"Compramos la caseta porque nos dio pena que se estuviera cayendo? ¡Pero se ha creado un revuelo!" Habla "Suso" Piña -de Muebles Piña, en Padrenda, provincia de Ourense- y familiar del empresario que, desde hace meses, es el nuevo propietario del antiguo puesto de control de la Guarda-Fiscal en San Gregório, una de las pequeñas joyas históricas de la localidad lusa de Melgaço, enclavada en el borde de la raia. El "revuelo" al que se refiere el empresario ourensano corre en las últimas semanas como la pólvora por los foros, la política y la prensa de Melgaço.

En 2013 el empresario gallego se fijó en una antigua garita de la Guarda-Fiscal lusa, lindante con una finca de su propiedad y en manos entonces del Gobierno de Portugal. Tiempo después, según denuncia el diputado municipal del PSD Jorge Ribeiro, el Ejecutivo vendió la construcción y parcela -apenas 60 m2- al vecino de Padrenda por 2.800 euros. La operación se publicitó como determina la ley portuguesa; pero pasó inadvertida para la villa.

Hace dos semanas la noticia de la venta llegó a Ribeiro a través de "rumores que corren por la parroquia". Poco después el diputado del PSD lo denunciaba públicamente por considerarlo "la venta del primer pedazo de Portugal y, con él, de un pedazo de la historia de los habitantes de Melgaço". ¿La razón? Doble: que el Gobierno luso -alega el diputado municipal- no consultó a la villa en la operación; y, segundo, que el edificio público pase a manos privadas. El matiz de que la operación se cerrara con un español tampoco se omite. La prensa portuguesa publicaba la noticia, de hecho, en los últimos días, bajo el título "El Gobierno vende a un español los primeros metros de Portugal".

"La cuestión es que es el primer edificio de Portugal porque es el punto situado más al norte del país si se va por la carretera", insiste Ribeiro, quien recuerda que "a media decena de metros se encuentra el marco fronterizo nº 1 A".

A ese valor simbólico se sumaría el emocional, e incluso histórico. Según estima el diputado, la garita tiene cerca de 80 años, forma parte del acervo patrimonial de Melgaço y juega un papel destacado en las historias sobre las rutas del contrabando de los años 40. "Hay mucha historia detrás de esa construcción y se vendió por un precio simbólico", lamenta Antonio Sousa, presidente de la Junta de Freguesia de Cristóval, quien quita hierro a que sea un gallego quien adquiriera la garita. Tanto Sousa como Ribeiro se muestran decididos a dar la batalla para cancelar la operación. "Iremos a Lisboa para ver cómo se desarrolló el proceso y ver si hubiera alguna posibilidad de revertir la venta", anota el diputado del PSD, resuelto por lo de pronto a llevar el tema a la asamblea municipal de la villa.

Del otro lado de la raia Piña sigue el proceso con asombro. "No se preocuparon por la construcción hasta ahora; nuestra intención es restaurarla y mantenerla como está porque es un edificio emblemático", apunta el ourensano, quien incluso asegura que se mantendrá la bandera portuguesa en el edificio una vez se haya rehabilitado. Las fotografías muestran la mala conservación del antiguo puesto de control fronterizo, por donde debían pasar de forma obligada españoles y portugueses hasta los años 90 para cruzar la frontera.

La garita rezuma historia. No solo por su importancia en la ruta del contrabando durante la Dictadura; teorías hay que aseguran que ese lado de la raia jugó un papel destacado en las trama para ayudar a la fuga de judíos en los años 40, como la del célebre cónsul portugués Arístides Sousa Mendes.