Las sesenta mil personas que acuden a la romería de la Virxe da Barca, que se celebra el segundo domingo de septiembre cada año, no piensan en que el templo en torno al que se reúnen se construyó en el siglo XVIII o en que su altar mayor estuviera -hasta ahora, ya que resultó calcinado en el incendio- presidido por un retablo de 1717 realizado por Miguel de Romay, cuya pérdida los expertos en arte ven "incalculable".

Tampoco los 20.000 peregrinos que cada año se mezclan con los poco más de 5.200 habitantes de Muxía tras cumplir con el Apóstol en Santiago. Ni los centenares de ciudadanos que desde el incendio llaman al concello para ofrecer ayuda.

Un vecino de Muxía, Daniel Castro, resumía ayer el "dolor que se mete en uno" por lo ocurrido y la trascendencia del santuario, más allá de su valor artístico: "¿Cómo se explica un sentimiento? ¿Cómo se explica el cariño a una madre o a un hijo? Pues eso es lo que es A Barca. Un sentimiento. No hay palabras. ¿Cómo explicar lo que tus antepasados te enseñaron, tus raíces...?"

Las peculiaridades del santuario de la Virxe da Barca son muchas, y no solamente arquitectónica o escultóricas, aunque el componente artístico del templo sea muy valioso y la Xunta lamente especialmente la pérdida de un retablo que, según el decano de Xeografía e Historia de la Universidade de Santiago, Juan Monterroso, introduce "aires nuevos dentro de la retablística" de la época y cuya pérdida, subraya, resulta "irreparable".

"Hasta entonces los retablos eran estructuras horizontales y a principios del XVIII la tendencia es vertical, el gigantismo es más acusado y se unifican los cuerpos", explica Monterroso, para quien el retablo de Muxía "es un ejemplo paradigmático" del tránsito hacia una "absoluta barroquización". Fallece Domingo de Andrade, autor de la Torre del Reloj de la Catedral de Santiago, y con Miguel de Romay aparece una "nueva generación" que introduce "aires nuevos", partiendo de lo que marcaba el "maestro", "pero con nuevas vertientes". En el retablo de Muxía, señala, el autor tiene que "adaptarse a la imagen", la virgen gótica de la iglesia, y lo hace de una forma "muy brillante". De hecho, subraya, con este retablo y con una estampa de la época, "queda asentada la iconografía asociada a la Virxe da Barca". Por eso, defiende que el retablo calcinado "es una pieza de valor incalculable dentro del panorama de la retablística gallega del siglo XVIII". No hay otro igual, afirma. Ahí residía la "singularidad" de Romay.

Aunque no se sabe exactamente en qué estado han quedado el resto de los retablos, Monterroso explica que hay dos colaterales también del XVIII, de San Juan Bautista y San Miguel, y otros dos en el crucero que eran eclécticos, del siglo XIX. "En este santuario era importante esa amalgama de obras del XVIII y el XIX", señala.

Con todo, el propio Monterroso explica que el valor artístico del santuario es algo que "viene añadido", posterior, al "valor devocional y simbólico" del lugar. "Tiene mucha relevancia como santuario porque fue una de las primeras devociones en territorio gallego con carácter mariano y asociada al culto xacobeo, además de coincidir con la revitalización del culto de la Virgen del Pilar", explica.

La seducción que ejerce este enclave de A Costa da Morte empieza ya en la leyenda que explica sus orígenes para los devotos: la Virgen se apareció allí al apóstol Santiago cuando este se hallaba descorazonado ante el poco éxito de su predicación por tierras fisterrás. Los fieles vieron en las piedras más características del lugar, la "pedra de abalar" y la "pedra dos cadrís" -que cura de la reuma al que pase por debajo-, las partes de la embarcación de piedra que habría traído a la virgen hasta la costa. No obstante, el culto a las piedras se había originado ya en épocas precristianas y, como explica el Concello de Muxía en su web, "perduró en la posterior etapa de cristianización hasta nuestros días".

A la espera de que el santuario recobre su esplendor, los vecinos, al igual que Monterroso, se consuelan con que al menos la virgen gótica que sufrió el incendio sea solo una réplica. El alcalde de la localidad, Félix Porto, explica que la talla original está "a buen recaudo"