En Ourense, losmunicipios de Monterrei y Cualedro comparten los daños del mayor incendio registrado este año en Galicia. De las 2.200 hectáreas calcinadas por un macroincendio de varios focos quemantuvo en vilo a vecinos y medios de extinción durante varios días, 545 son agrícolas. Las pérdidas económicas no han sido todavía cuantificadas pero los dos ayuntamientos han aprobado en sendos plenos extraordinarios solicitar la declaración de zona catastrófica para intentar amortiguar un daño que, en muchos casos, es difícil de cuantificar.

Castiñeiros centenarios completamente quemados y viñedos de producción amparada por la Denominación de Orixe Monterrei perdidos barren el paisaje desolador que ha dejado el fuego en estas tierras en el límite con Portugal. Ganaderos de Cualedro han perdido los pastos para su vacuno y viticultores de Monterrei vides de uva autóctona de calidad a la que habían dedicado años de su vida. Es el caso de Delfín Boo, bodeguero de la marca Fragas do Lecer, que perdió más de una hectárea de producción de treixadura cultivada hace doce años y que,tras una dedicación casi íntima del viticultor, había alcanzado la máxima productividad.

"Los pirómanos buscan cómo hacer más daño"

Delfín Boo, viticultor de la DO Monterrei

Después de doce años y otras tantas cosechas, las vides que plantó Delfín Boo en cuatro viñas de Salgueira, Monterrei, habían alcanzado la plena producción. El fuego abrasó las uvas que se preparaban para la vendimia y quemó ejemplares de treixadura con estándares de calidad que su propietario ve irrepetibles a corto plazo. "La cosecha de este año ya se perdió y si rebrotan algunas plantas no lo harán con el mismo vigor", lamenta. Todavía es pronto para evaluar daños económicos, pero algo más de una hectárea de las 13 que cultiva para producir el vino de la marca Fragas do Lecer (DO Monterrei) ha pintado de negro el verde de la vid.

Desde que el fuego pasó desbocado por su medio de vida el sábado 24, Delfín no había vuelto a visitar las viñas porque se le quiebra el alma. "No me atrevía a ir allí, las veo desde la carretera porque pasa cerca pero siento una pena enorme€", lamenta. El meticuloso trabajo del viticultor crea un vínculo entre el hombre y la vid que el fuego ha cercenado. "Todavía no he calculado las pérdidas económicas, la verdad es que ante algo así no es lo primero que miras", destaca el bodeguero. En su caso, lo primero que se mide es la parte de Delfín Boo que se ha quemado con las vides.

"Si pillara al que plantó ese fuego lo quemaría aquí mismo", dice en un rebrote de rabia contenida. No tiene dudas acerca de la intencionalidad de los incendios forestales porque aquel día el viento era demasiado fuerte: "Los pirómanos analizan bien ese factor para causar más daño", asegura. Cuando llegó el fuego a Medeiros, Delfín Boo estaba en Ourense. "Me avisó mi hermano y me fui enseguida para allí. Cuando llegué había fuego por todas partes y las llamas estaban a 20 metros de mi casa", recuerda. Retenerlas ahí fue lo primero en lo que se centró, pero sin dejar de pensar en los viñedos.

Cuando comprobó que una parcela de dos mil metros cuadrados estaba totalmente calcinada se le vino el mundo encima. Otras tres que suman 10.000 metros han quedado muy afectadas y Delfín no pierde la esperanza de que alguna de las plantas rebrote. Frente a él se abre un horizonte de dudas en el que deberá vigilar la evolución de las plantas que rebroten. La plena producción por la que esperó doce años ya está perdida y pasarán años hasta recuperarla. Delfín Boo desea que se esclarezcan las causas y autoría de este fuego que ha devastado una de las zonas vitivinícolas más productivas de la provincia en la antesala de la vendimia.

"Ya no duermo ni una noche tranquilo"

Severino Fernández, ganadero

A Severino Fernández le viene una detrás de otra. El 6 de mayo amaneció con pérdidas de 75.000 euros por el robo de 59 becerros. El asalto se le atribuye a una banda de cuatreros que opera en la "raia" y dejó al ganadero con media granja vacía. El vacuno estaba asegurado pero tres meses después del asalto nocturno sigue sin cobrar. El pasado fin de semana volvió a verse al borde de la ruina cuando el gran fuego de Cualedro se presentó en la explotación de Carzoá, a poco más de un kilómetro de su casa.

En la misma finca de Curiscada en la que los cuatreros metieron en un trailer por la fuerza a los terneros no había animales ese día pero sí el forraje con el que Severino alimentará a los 105 becerros que llegarán en septiembre. Cuando cumplan diez meses los entregará a Coren y preparará un nuevo ciclo. "En esta vida hay que enfrentarse a muchos riesgos y el robo que sufrí fue el más importante de los últimos años, lo último que me esperaba es que también viniese el fuego", dice. Las llamas llegaron a Curiscada el sábado a la una de la tarde.

El fuego era inmenso y Severino creyó que perdería los 69 "rolos" de forraje que tenía en el exterior de la granja, y poniéndose en lo peor, los 400 del interior. "Pensé que era el final", relata. Pero contó con la ayuda de los vecinos que consiguieron apagar las llamas a "medio metro" de la granja "mientras un avión descargaba a poca distancia". Severino salvó los "rolos" pero el fuego arrasó varias de las fincas de las que obtiene el forraje. "La hierba ya estaba segada pero no sé si dará para el año que viene. Tendrá que llover mucho para que desaparezca la ceniza y retoñe", explica.

Si esto no ocurre, tendrá que comprarle a otros productores. El robo de los becerros ha marcado la vida de Severino, y el incendio que arrasó más de dos mil hectáreas en Cualedro y Monterrei ha puesto la puntilla: " Yo ya no duermo tranquilo, me despierto todas las noches, la cabeza no para y ya estoy pensando en poner un vigilante", afirma. El miedo al fuego se ha unido a sus preocupaciones y después de lo ocurrido el fin de semana pasado ya no confía en el operativo de extinción coordinado por la Consellería de Medio Rural: "La avioneta pasó por aquí y no regó, los brigadistas no aparecían y los trabajadores contratados por los alcaldes son nuevos cada año y no tienen experiencia".

De no ser por el trabajo de los vecinos, apunta," lo habría perdido todo". No era la primera vez que Severino se enfrentaba al fuego pero sí se estrenaba ante un incendio de grandes dimensiones que avanzaba sin control ayudado por el viento." Cuando lo vimos llegar salimos corriendo. No tuve tiempo ni de coger el tractor", recuerda.

"El monte es todo maleza, si prende ardes en él"

Raúl Boo González, productor de castañas en Salgueira, Monterrei

Dos mil quilos de castañas hace dos años y cero este. Raúl Boo González ya da por perdida la temporada. El fuego de Monterrei arrasó tres cuartas partes de un souto de 30 castaños con el que este productor refuerza los ingresos familiares. "No me dedico solo a vender castaña, tengo viñas y trabajo pero también dos hijos en la Universidad y toda ayuda es poca", relata. La pérdida no es solo económica, también lo es natural y sentimental. De los 30 ejemplares, los más afectados son seis castaños centenarios.

Su edad es difícil de calcular pero sabe que ya estaban allí cuando sus tatarabuelos eran niños. 500 años, se atreve a calcular. Ahora son solo madera inservible. El fin de semana pasado estaba cazando jabalí con varios amigos cuando vio humo entre Salgueira y Caridad. "Llegamos a los dos minutos de que le plantaran pero fue imposible, se levantó un viento endemoniado y no pudimos vencer el fuego", recuerda con impotencia. Trataron de frenar las llamas con "xestas" mientras no llegaban las brigadas y cuando llegó una motobomba sin efectivos suficientes para desplegar la manguera pidieron hacerlo ellos.

"Pero no nos dejaron, dijeron que no estábamos preparados. Así que tuve que quedarme allí mirando como ardían los castaños, se me caían las lágrimas", lamenta. Cada vez que vuelve al souto, "se me levanta dolor de cabeza de ver semejante desastre". Los castaños de Raúl Boo no requerían poda en altura, solo una limpieza de las ramas inferiores. El "ourizo"que protege el fruto estaba ya formado cuando llegó el fuego y el productor sentencia que "la producción de este año está perdida". Y es posible que también la de los próximos porque "la savia no circula".

Una solución sería podarlos pero son ejemplares "muy altos", además de los más antiguos de Salgueiro. "Para tratarlos necesitaría una grúa y eso cuesta dinero, no sé lo que voy a hacer", explica. Por el momento, anticipa que este souto de O Outeiro no producirá castaña en cuatro o cinco años. Lo que sí tiene claro Raúl Boo es que los incendios forestales campan a sus anchas en los montes de Ourense porque falta labradío y prevención."El monte está abandonado, tenía que estar trabajado y con cortafuegos", apunta.

Hace 25 años trabajó como operario de extinción y conoce bien la zona que ardió el pasado fin de semana. "El monte es todo maleza, ya no hay caminos ni por donde pasar, si prende un fuego ardes en él", asegura. El incendio ha dejado una estampa negra en Monterrei que impide a los vecinos y productores olvidar las horas dramáticas que vivieron la semana pasada. "Te digo la verdad, yo no creo que haya intereses políticos en esto, para mí que los que plantan, una de dos, o están pagados por alguien o están locos. Una persona normal no hace esto", reflexiona. Lamenta también la falta de prevención durante el resto del año: "Si en lugar de gastar en aviones y helicópteros creasen puestos de trabajo en los pueblos para limpiar y desbrozar seguro que esto no ocurriría".

"Nos ayudamos todos, lo mismo que con el tren"

Pura Pérez Simón, vecina de Medeiros

Una cadena de jóvenes con baldes de agua salvaron la capilla de Medeiros mientras hombres y mujeres con palas y "xestas" frenaban las llamas que amenazaban el grupo escolar al que en pocos días volverán una veintena de alumnos de Infantil y Primaria. Pura Pérez Simón habla en nombre de las decenas de vecinos que el sábado 24 salieron corriendo de la iglesia parroquial en la que se celebraba una misa funeral cuando las campanas repicaron la alarma. "Parecía un río de gasolina bajando desde Sandín", relata. Lo avistaron a varios kilómetros y cuando llegaron corriendo a sus casas, a cinco minutos, el fuego ya estaba allí, a pocos metros de la escuela.

Una organización invisible pero impecable desplegó todo el factor humano alrededor de Medeiros y mano a mano retuvieron las llamaradas al borde mismo de las casas antes de que llegasen los medios de extinción. Pura Pérez, a la que todos conocen como "la coruñesa", se emociona al recordar como se ayudaron unos a otros. "Lo mismo que con el tren", compara en alusión al "efecto Angrois". Cuando el fuego se acercaba a los solares entre viviendas, los vecinos se volcaban en evitar que llegase a las casas. "Era un infierno, horrible", recuerda.

En una aldea achicada por la emigración y el envejecimiento poblacional, el colegio público se ha convertido en un icono de supervivencia. Salvarlo es asegurar el futuro. Una semana después del gran fuego, el paisaje es negro alrededor de Medeiros y el fuego sigue en la retina y en la mente de los vecinos." Mires a donde mires es un desierto negro", relata Pura. El olor que dejó el humo que invadió casas y palleiras todavía no les ha abandonado. "Está en la ropa, en las piedras, por todas partes. Estamos cansados de ver arder", lamenta esta vecina.

Tras las dramáticas horas que se vivieron en esta localidad, los vecinos empiezan a ser conscientes de la tragedia que evitaron al enfrentarse al fuego "endemoniado" con palas, mangueras y "xestas": había un depósito de propano en el colegio, bombonas de butano en todas las terrazas y pilones de leña para el invierno. Hubiera sido una catástrofe", concluye Pura Pérez.