Hace unos días parte de la atención mediática se centró en una bebida tan de moda como los gintonics. Y no por la aportación de una cada vez más variada gama de añadidos frutales al combinado de tónica y ginebra, sino debido a su precio en la cafetería del Congreso de los Diputados, donde un Larios con tónica saldrá por 3,5 euros.

En la sede de la soberanía gallega ni sus señorías, ni prensa, ni personal de la institución puede saborear este digestivo combinado porque en el año 2007 se modificó el sistema de concesión del servicio de cafetería para prohibir la venta de alcohol de alta graduación. Una copa de whisky resulta una quimera en O Hórreo, si bien puede saciarse la sed con tantas cervezas y copas de vino como se quiera a un precio económico, pero, eso sí, sin subvención. La cerveza sale por 1,4 euros o apenas cien céntimos si se opta por un quinto, mientras que el vino por copa varía entre 1,10 y los 2,5 euros del albariño más caro. En el Congreso puede tomarse un vino de la casa por tan solo 1,15 euros. El café también resulta más que competitivo en ambas instituciones: 80 céntimos en Galicia y 85 en Madrid.

La cafetería del Parlamento gallego se rige por un sistema de concesión, que el empresario interesado paga a cambio de su explotación. El nuevo concesionario, la firma Galicia Vella, se hizo con el contrato el año pasado por 108.000 euros, doce mil menos que el anterior, que debe abonar anualmente. Con ese precio, la empresa debe ofrecer un servicio completo que además incluya dos tipos de menús: un autoservicio con dos platos y postre por 6,75 euros y otro más elaborado en un nuevo comedor aparte por 12,95.

El sistema es similar en el Congreso, que licitó esta semana el servicio de cafetería hasta 2017 por 4,2 millones de euros sin IVA, si bien existe una diferencia capital entre ambos. Este fija los precios que ha de cobrar el concesionario, mientras que el Parlamento gallego pidió a los interesados en el contrato que realizasen una propuesta. Luego adjudicó el concurso.

La Cámara autonómica presenta, en general, precios más económicos que los que pueden encontrarse en las cafeterías cercanas, por lo que la mayor parte del personal y diputados come sin salir de ella, pero la habilitación de un nuevo comedor con el menú más caro ha abierto una brecha. Antes todos compartían el único espacio disponible; ahora, el bolsillo -los diputados rondan los 54.000 euros anuales de remuneración- ha abierto la vía para una selección natural de la clientela: los que eligen pagar la comida más económica y quienes optan la más cara.

Los precios en el Congreso de los Diputados resultan algo más elevados pese a las subvenciones, pues los menús oscilan entre los 9,90 euros y los 13,40, en el del autoservicio y el de restaurante, respectivamente.

La fundamental diferencia, además del trasiego entre una Cámara con 350 representantes y muchos más empleados y prensa que su homóloga autonómica, con 75 escaños, radica en la presencia del alcohol de alta graduación. Este puede obtenerse en la Carrera de los Jerónimos, pero no en la calle de O Hórreo desde 2007. La imagen de un histórico dirigente en los años 90 hoy retirado acelerando la digestión al amparo de un gin-tonic constituye ya una anécdota histórica.