Gerardo no se llama así, pero quiere proteger su intimidad antes de contar cómo con apenas 17 años se lanzó a apostar al póker online, se enganchó y se gastó 14.000 euros de una cuenta que compartía con un familiar y que ahora devuelve poco a poco trabajando en su propio negocio en un pueblo de Pontevedra. "Si me reconocen quizás mucha gente no lo entienda y puede afectar al negocio", matiza antes de empezar a recordar.

"Con 17 empecé a apostar sin dinero, pero me enganché y el día que cumplí 18 hice mi primer depósito", relata. Todo resultó vertiginoso. "A los seis meses estalló todo en mi casa cuando en tres semanas dinamité 14.000 euros. No se podía esconder", reconoce.

En esos momentos, llegó a jugar en cuatro mesas de póker al mismo tiempo y desde el mismo ordenador a 500 euros cada una. "En un día gané 10.000 euros, pero tardé en comprender que al final siempre iba a perder. Cuando perdí los 14.000 me dije: o paro y pido ayuda o me tiro de un puente", recuerda.

La pidió y la recibió, pero no fue suficiente porque a los pocos meses de terapia, siendo aún un chaval, recayó, robó algún dinero para seguir apostando y perdió 20 kilos. Tocó fondo. "Aparentemente estaba bien, pero estaba fatal conmigo mismo, era casi bipolar. Fue cuando se descubrió todo", prosigue.

Fue su propio psiquiatra el que, al ver que solo con la medicación el tratamiento no avanzaba, lo derivó a Agaja, donde, a la segunda, logró superar su adicción. Ahora es monitor y ayuda a otras personas enganchadas.

Ante el temor de nuevas recaídas él mismo se ha bloqueado la entrada a las webs de apuestas de manera similar a los registros de los bingos que vetan el acceso a los ludópatas que lo solicitan.

"El póker online te desgasta y te da ansiedad, pero no tienes a nadie mirándote como con una tragaperras en un bar. Además, crees que vas a ganar, a triunfar, pero estás pensando solo cómo conseguir dinero para volver a apostar", concluye.