Eran las 15.16 horas del sábado 31 de marzo de 2012 cuando se declaró un incendio en la parroquia de A Capela, en la comarca del Eume. A los tres días, el fuego se dio por extinguido después de que las llamas calcinasen más de 750 hectáreas -una superficie cercana a 1.500 campos de fútbol-, de las que 370 pertenecían al parque natural de As Fragas, el último bosque atlántico de Europa. La investigación concluyó que el fuego se originó en un único foco, al parecer a causa de un cigarrillo mal apagado. Estas conclusiones, que desmontaron la tesis inicial de la Xunta de que el incendio se había originado en tres puntos y que había sido provocado, llevaron al juez a archivar el caso al no apreciar indicios de intencionalidad.

Cuando se cumple el primer aniversario del incendio, prácticamente no quedan huellas de las llamas. Eso sí, aún se ven algunos árboles quemados que no han sido retirados. Y es aquí donde aparecen las primeras discrepancias entre los vecinos de la zona y los expertos. Los primeros solicitan que se retiren para evitar que se conviertan en combustible si hay otro incendio, mientras que los segundos apuestan por dejarlos porque llevar a la zona maquinaria pesada y arrastrar los árboles perjudicaría al suelo que se está recuperando.

Los vecinos también denuncian que no han recibido ningún tipo de ayudas como había garantizado la Xunta a los alcaldes de la comarca semanas después del incendio. Tanto el presidente del Ejecutivo autonómico, Alberto Núñez Feijóo, como el conselleiro de Medio Ambiente, Agustín Fernández, se comprometieron a poner en marcha un plan de ayuda para los afectados. Desde la Consellería de Medio Ambiente eludieron hacer declaración alguna sobre este asunto.

"El bosque está prácticamente recuperado", asegura Alejandro Álvarez, presidente de la Asociación pola Conservación do Ecosistema Forestal Galego, quien apunta que "prácticamente no queda rastro" del incendio y que el efecto del fuego sobre el bosque natural "fue escaso". Benjamín Modesto, alcalde de Monfero, confirma está impresión y apunta que "dentro de la gravedad del incendio, no causó demasiados estragos". "Los árboles no ardieron mucho y hoy ya están prácticamente recuperados", explica.

Evitar el daño al suelo

Para Alejandro Álvarez, la mejor opción sería no retirar los árboles quemados porque "haría daño al suelo". Esta apreciación también la comparte el presidente de la Sociedad Gallega de Historia Natural, Serafín González. "Que no se hayan retirados los árboles quemados de la zona es algo beneficioso porque si hubiese entrado maquinaria en un suelo recién quemado hubiera sido mucho peor", apunta.

El alcalde de Monfero plantea otro problema. "Los terrenos en los que se encuentran las Fragas tienen propietarios y se necesita su autorización y además, a veces, es complicado encontrarlos", se lamenta. Alejandro Álvarez confirma que no se han realizado más acciones sobre las Fragas que las que se pusieron en marcha días después del incendio: colocar barreras de paja en las laderas próximas al cauce del río para evitar que las cenizas llegasen al agua; estabilizar el suelo en las zonas más afectadas y mejorar la red de drenaje.

Tampoco los propietarios de las fincas afectadas han recibido indemnizaciones y salvo en contados casos, y por iniciativa de los dueños, se han vuelto a plantar árboles como solicitaban algunos expertos. "Está todo como hace un año, más o menos igual", explica Manuel Meizoso, alcalde de A Capela. "La madera quemada sigue ahí y es un polvorín. Se están secando los árboles y empezando a caer y eso es otra bomba para dentro de dos o tres años si vuelve a haber otro incendio", avisa.

Meizoso explica que algunos vecinos, por iniciativa propia, han retirado la madera, pero la remuneración que les han ofrecido a cambio no les ha dado "ni para el viaje". También resalta que otros, también por su propia iniciativa, han plantado árboles en las fincas que fueron afectadas por el incendio.

El regidor de Monfero explica que la rentabilidad de los árboles que se plantan depende de su especialidad y que esa diferencia también dificulta llegar a un acuerdo. "A algunos propietarios se les ofrecía sacar la madera quemada y plantar árboles autóctonos en lugar de eucaliptos, pero la rentabilidad no es la misma.

Un eucalipto, si está en una buena zona, se puede talar para vender a los 15 años, pero un árbol autóctono puede tardar 75 años", argumenta. Sobre la afirmación de los expertos de que sacar la madera quemada supondría dañar el suelo, el alcalde de A Capela, Manuel Meizoso, recuerda que "toda la vida se ha sacado madera de la fraga y no ha pasado nada".

Y mientras, el parque natural se va cicatrizando, aunque como advierten algunos alcaldes y vecinos de la comarca "es un polvorín".