Son cada vez más los reclusos que disfrutan del régimen de semilibertad. Hacen su vida fuera de la cárcel pero durante la noche tienen que estar localizados. Y lo están vía telemática con una especie de reloj negro, sin cristal ni manecilla. Bien en su muñeca o en su tobillo. Gracias a este sistema, más de 4.000 presos en tercer grado en todo el país acabaron de cumplir condena en su domicilio vigilados por dispositivos electrónicas.

Ni el estado civil del interno, ni el delito por el que fue condenado, ni la duración de la pena son variables decisivas para aplicar o no de este sistema de semilibertad. Se trata de una medida voluntaria que se aplica a instancias del propio recluso o de la junta de tratamiento de prisión. La práctica totalidad de los penados son partidarios de este método, a pesar de que supone una injerencia en su vida personal y familiar por la visibilidad de las pulseras. Pero, compensa al no tener que ir a dormir a prisión.

El dispositivo de control a distancia comenzó aplicarse en España en el año 2000, pero fue a partir de la reforma del Código Penal en 2004 cuando el número de internos interesados por el régimen de semilibertad se disparó. A finales de 2003, había un total de 351 internos en España que cumplían condena en su domicilio controlados con el sistema telemático. En 2006, el número de presos libres se elevó hasta los 728. En la actualidad, casi 2.000 duermen en casa con pulseras o tobilleras abrochadas a su cuerpo.

El tercer grado consta de cuatro fases. La primera es la más restrictiva y supone un periodo de adaptación a la nueva situación. En la segunda se hacen las gestiones correspondientes para que el recluso pueda salir a trabajar con la documentación en regla. En la tercera, el preso sale a trabajar por el día y vuelve a dormir al centro penitenciario.

Si el nivel penal lo permite y la junta de tratamiento del centro lo considera, se accede a dejar al preso ir a dormir a casa con una pulsera telemática. Es la última fase antes de lograr la libertad condicional.