La siempre impredecible meteorología juega un papel fundamental en la estrategia energética de cualquier territorio, con la capacidad para convertirse en el mejor aliado de la lucha contra el cambio climático o en su peor enemigo. Del otro lado están la política que para el sector salen desde las administraciones, muy condicionadas en los últimos años por la recesión económica y el impacto que supone tanto para conseguir financiación a nuevos proyectos como en las decisiones que los diferentes gobiernos tomaron respecto a la actividad. Una mayor carga fiscal de la mano de un recorte en las bonificaciones que este tipo de fuentes reciben. Esa combinación, ante la intensa sequía del pasado año, y el parón de las tecnologías verdes explica que la electricidad con renovables tocara su mínimo histórico en Galicia, por debajo del 40% de la generación. Pese a que la producción total en un escenario de clara caída de la demanda experimentara un incremento superior al 10%.

Es decir. Más electricidad que el año anterior, pero con un mayor peso de las fuentes convencionales. Y una muy por encima del resto. El carbón, que, como ya avanzó FARO hace unos meses, volvía a arrebatar el liderazgo del sector eléctrico a las renovables en la región.

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