La imparable subida del paro juvenil ha empujado a los jóvenes a buscar opciones en el Ejército para tener una mínima estabilidad y aguantar el tirón durante la crisis. Pese a que en los últimos años la convocatoria de plazas es cada vez más escasa afortunados como Antonio Rodríguez o Manuel García (nombre ficticio) han entrado en la Armada en plena recesión.

Ambos vencieron en la lucha por dos de las 800 vacantes que el Ministerio de Defensa sacó en 2009 en Galicia y desde entonces los dos ejercen su actividad en Ferrol. Mientras que Antonio se encarga de la seguridad en el cuartel de Nuestra Señora de los Dolores en Ferrol, Manuel es jardinero en uno de los buques que la Armada tiene también en la ciudad ferrolana. Este soldado alistado en el mando de acción marítima lamenta que pese a su preparación como marinero el excedente de plantilla provocó que en estos cuatro años sus tareas hayan sido de lo más variadas y haya tenido que trabajar como cocinero, ayudante de cocina o jardinero.

El joven explica que para tres vacantes se contrataron a siete personas, por lo que los que tenían menos antigüedad tuvieron que ser reubicados en otros puestos. En su caso compagina su trabajo por la mañana en el Ejército con sus estudios de Bachillerato por las tardes. Tiene claro que su objetivo es ascender y seguir formándose hasta sacar las oposiciones de Guardia Civil. Ve su estancia en las Fuerzas Armadas como algo temporal que le permite estudiar y tener unos ingresos extra.

El hecho de que su padre, también militar, lo llevase desde pequeño a los cuarteles le hizo despertar su interés por el Ejército pero no tiene claro cuál será el futuro. "De momento es lo que tengo", afirma. Y aunque las condiciones en las que entró en el cuerpo militar no le permitieron desempeñar el cargo para el que se preparó explica que tuvo la ocasión de hacer algunas maniobras en una travesía de 24 jornadas por el Mediterráneo.

Por esa saturación de la plantilla, Manuel es una de las 80 personas que se han quedado en tierra y no han podido subir a bordo del barco en la misión de seis meses que concluye el 24 de abril. Aún así trabaja todas las mañanas en el centro de operaciones navales e intenta verle el lado bueno de no haber podido embarcar. "Ahora mismo no me vendría bien estar fuera tantos meses porque necesito bastante tiempo para estudiar", explica este marinero coruñés de 22 años.

Las expectativas de Antonio Rodríguez son distintas y pese a que entró en el Ejército para tener "un trabajo fijo garantizado" y no por vocación, ha descubierto que le atrae la disciplina, la "entrega" y la disponibilidad 24 horas que exige la vida militar. Su intención es continuar en Galicia en el puesto que consiguió en 2009 al quedar en segundo lugar para las 10 vacantes que había para Ferrol. También tenía posibilidad de entrar en el centro de reclutamiento de Pontevedra para estar cerca de su casa pero prefirió desplazarse a la provincia coruñesa porque le interesaba ingresar en el cuerpo de Infantería de la Marina y en la comunidad gallega solo el cuartel de las Dolores de Ferrol ofrece esa opción. Aspira a seguir en Galicia por bastante tiempo y le gustaría formarse como sanitario a través de algún curso que ofrezca la Armada para seguir con la actividad que desempeñaba antes de entrar en las FSA.

Tanto Antonio como Manuel reconocen que tuvieron mucha suerte al conseguir una de las pocas vacantes que sacó Defensa al inicio de la crisis. Reconocen que desde entonces la situación se ha complicado mucho. "Cada vez es más difícil tener una plaza y desde que estoy aquí he visto entrar gente con titulaciones universitarias que ante la incertidumbre laboral luchan por un puesto de funcionario", explica Manuel García.

Su compañero añade que influye también que antes bastase con tener el graduado escolar y carné de conducir y ahora como mínimo se pida el Bachillerato. Cree además que las posibilidades se reducen porque las plantillas están más cerradas y estables con personas de la comunidad. "Antes había muchos extranjeros que cuando a los tres años lograban la nacionalidad se marchaban para buscar trabajo en otros sectores y quedaban plazas vacías, pero hace años que aquí ya no hay nadie de fuera, concluye.