Por segunda vez en diez años Arsenio Fernández de Mesa tuvo que rendir cuentas a la Justicia por su gestión durante la crisis del Prestige. En abril de 2003 lo hizo como imputado ante el juez instructor de Corcubión, ayer en calidad de testigo ante el tribunal de A Coruña que dictará sentencia en otoño. El entonces delegado del Gobierno en Galicia y hoy director de la Guardia Civil descargó toda la responsabilidad de las decisiones que se tomaron tras el mayday lanzado por el capitán del petrolero el 13 de noviembre de 2002 -alejar el barco, no enviar técnicos a bordo o no consultar a científicos y expertos ajenos a la Administración- en la Dirección de la Marina Mercante, capitaneada por José Luis López Sors, único cargo público imputado en la causa.

"Yo no tenía ni autoritas ni potestas para tomar decisiones", alegó el alto cargo del Ministerio del Interior, quien limitó sus funciones como delegado del Gobierno durante la gestión del Prestige a "coordinar" y "convocar" reuniones e "informar" a la opinión pública de las decisiones que se iban tomando.

Tras calificar como "impecable" la actuación de las autoridades marítimas españolas, De Mesa se desvinculó de cualquier decisión tomada por el gabinete de crisis creado por Fomento para gestionar la mayor marea negra en Europa. "Nadie puede decir que yo diera instrucciones; de cuestiones técnicas no sabía absolutamente nada de nada", sentenció. Durante las casi dos horas en las que prestó declaración, el ahora director de la Guardia Civil no se cansó de repetir una y otra vez que no tenía "capacidad" para tomar decisión alguna, pese a que presidía el órgano rector -de carácter ejecutivo y no técnico, según matizó-. Pese a declararse "profano" en la materia, De Mesa fue funcionario en el Puerto de Ferrol, portavoz del Sector Naval y Marina Mercante y recibió en 1999 la Gran Cruz del Mérito Naval, tal y como le recordó durante el interrogatorio uno de los letrados de la plataforma ciudadana Nunca Máis, Alejandro Martín.

A la vista de la declaración prestada por De Mesa, su papel durante la gestión del Prestige -barco al que se refirió como "conjunto de chatarra"- quedó reducido a mero "anfitrión", tal y como apuntó el letrado de Nunca Máis, que recibe a sus invitados (los integrantes del órgano rector) en casa (la Delegación del Gobierno, que fue el escenario elegido por Fomento para fijar el cuartel de seguimiento de la crisis).

Aunque el entonces delegado del Gobierno era quien presidía el órgano rector, De Mesa, según reconoció ayer, no asistió a ninguna reunión ni mantuvo contacto alguno con técnicos. "No hice indagaciones por mi cuenta, de cuestiones técnicas,no sabía absolutamente nada".

Tal y como ya había manifestado hace diez años ante el juez de Corcubión, De Mesa reiteró que él se encargaba de "transmitir" a la prensa lo que "le iban diciendo" sus interlocutores: el director de la Marina Mercante, el subdirector de Tráfico y Seguridad Marítima, el capitán marítimo de A Coruña y el director de Sasemar. Para dar cuenta de la situación del petrolero y las decisiones que se estaban tomando, el entonces delegado del Gobierno mantenía con ellos una reunión "15 minutos" antes de cada rueda de prensa y "obedecía" a lo que "le decían las autoridades marítimas" que debía exponer. "No había interés de engañar a nadie", aseguró tajante el alto cargo de Interior. "La mentira tiene un recorrido muy corto porque a las 24 horas cualquier engaño quedaba al descubierto", apuntó De Mesa ante la insistencia del abogado de cofradías pontevedresas, Alberto Muñoz, sobre las imágenes de televisión que mostraban a los marineros del sur de Galicia retirando "fuel con sus manos" mientras comparecían el entonces vicepresidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el propio De Mesa negando que la marea negra estuviese llegando a la costa. Fue en esos momentos cuando el entonces delegado del Gobierno recriminó a los medios que no cogiesen "exactamente" lo que él decía. En este sentido, negó haber dicho que el fuel se solidificaría como un adoquín o que se enviaría una fragata para "hundir" el Prestige si se acercaba.

Sobre la desobediencia que las autoridades marítimas imputan al capitán, De Mesa se limitó a decir que "se tardó un tiempo precioso en dar remolque".

En cuanto a la decisión de alejar el Prestige (asumida en solitario por López-Sors),De Mesa aseguró que si hace diez años la orden hubiera sido la de trasladarlo a un puerto o ensenada también hoy les estarían pidiendo "cuentas" de por qué no se alejó. "Ni en España ni en Europa había puertos refugio. Si se hubiera metido en un puerto de sacrificio hoy nos pedirían cuetnas de por qué no lo alejamos", concluyó.

Duele con tan solo oír la definición por más que uno reconozca que, efectivamente, conducir o autorizar la entrada de un buque como el Prestige en una rada, un puerto o cualquier otro lugar de la costa gallega hubiera significado un problema ecológico, social y económico. Pero habría que haber tomado una decisión coherente porque, a la vista del resultado -previsible- de alejar el barco de la costa, lo único logrado fue contaminar más aunque, presumiblemente, en menor grado.

Escuchar a Arsenio Fernández de Mesa referirse a un lugar de refugio como "puerto de sacrificio" resultó, cuando menos, escalofriante. Y el testigo no pestañeó ni movió un pelo (difícil esto último) al decirlo. Como tampoco lo hizo cuando se refirió a los medios de comunicación para señalar que estos no publicaban lo que él decía como lo evidencia el hecho de que "las valoraciones de los medios siempre son distintas".

Es su opinión, naturalmente. Y los periodistas, gracias sean dadas, tenemos las nuestras (aunque no gusten al hoy director general de la Guardia Civil). También dijo que tenía grabado toda cuanta entrevista había concedido durante la crisis del Prestige, y uno, particularmente, considera que hubo momentos en los que solo grababa aquel a quien había concedido la entrevista, casos en los que De Mesa se despachó a su satisfacción con juicios que iban más allá del actual "yo no hubiera" o el "yo no dije" que concuerdan en buena medida con los repetidos "no me consta" de Manuel Ángel Nogueira, exsubdirector de Tráfico Marítimo, que también compareció ayer como testigo. Nogueira añadió a lo dicho el miércoles, 16 de enero, que el día 14 de noviembre de 2002 -el siguiente a la avería del Prestige- el planteamiento de los responsables marítimos españoles era salvar las vidas de los 27 tripulantes del petrolero. "Teníamos muchas dudas de que pudiéramos conseguirlo, si bien nuestra obligación era salvar a aquellas personas". Lo consiguieron, sí; pero a cambio de que la costa se cubriese de chapapote desde la ría de Vigo a la costa de Francia, algo que vale menos que una vida humana, indudablemente.

Dijo también Nogueira que las tan mencionadas "aguas tranquilas" a las que se quería dirigir el Prestige era "un mantra que Smit Salvage repitió constantemente". Era conveniente dirigir el petrolero al sur, sin contravenir la orden dada por el organismo rector de ir mar adentro, más allá de la milla 120 de la costa gallega.

El tercer testigo fue Francisco Suárez-Llanos, capitán de la marina mercante y que, en el momento del accidente del Prestige ejercía su actividad como jefe del área de Tráfico Marítimo y Seguridad. En cualquiera de los casos, y a pesar del bombardeo de preguntas a Manuel Nogueira (en menor medida a De Mesa y Suárez-Llanos) una jornada más anodina que la del miércoles, pero con perlas como las de De Mesa: "El barco era un conjunto de chatarra" o "cumplir la ley era el objetivo fundamental de la Administración".

De Nogueira: "Dudo mucho que el capitán quisiera prescindir del remolcador para navegar con rumbo noroeste, que es ir a la nada". Suárez-Llanos: "En cualquier accidente de este tipo, lo primero que se hace es parar máquinas".

Contradicciones otra vez y mucha reserva, a la espera de documentación mencionada por el letrado del jefe de máquinas del Prestige y que molestó a la abogada del Estado porque no se había aportado previamente.