Durante 36 años, José María Díaz gobernó los destinos del Archivo de la catedral de Santiago, un poder al que se sumó durante los últimos seis años el de deán -máximo responsable del Cabildo que gestiona el templo- de la basílica del Apóstol. Bajo su mandato, el autor confeso del robo del manuscrito medieval, Manuel Fernández Castiñeiras, se llevó sin dificultad la joya bibliográfica del siglo XII y Díaz no detectó su desaparición hasta el 5 de julio de 2011, cuando fue avisado por uno de los trabajadores del Archivo.

Casi al momento los agentes policiales cuestionaron las medidas de seguridad del Archivo -responsabilidad de Díaz-. De hecho, el supuesto ladrón no solo tuvo vía libre para hacerse con el libro, sino que la policía le acusa de estar sustrayendo dinero del templo -en su poder se localizaron 1,2 millones de euros- durante dos décadas, ya que al parecer tenía llaves de todo por su anterior vinculación laboral como electricista con la basílica. Además, no sería el único, lo que evidencia también el descontrol existente en la catedral.

El robo del Códice convirtió a José María Díaz en coprotagonista de una historia cuyos detalles tal vez se puedan conocer en el juicio. De momento, los efectos colaterales le salpican y se han llevado por delante su cargo como archivero y como deán. Cuando parecía que la calma volvía a su vida, el extorsionador de la baronesa Thyssen irrumpió en escena para intentar hacer negocio y el exdeán vuelve a las páginas de los diarios.