Los grandes bancos parecen tener prisa. Santander, BBVA, Sabadell y Popular creen, como han manifestado en repetidas ocasiones sus presidentes, que la reestructuración financiera en España es un proceso que se está alargando demasiado, y por ello la eficacia y los resultados que se perseguían cuando se puso en marcha no se notan. Por eso presionan para que haya cambios y, sobre todo, que éstos sean más rápidos.

El instrumento fundamental que pretenden cambiar es el de la subasta, un procedimiento que consideran muy lento y que causa un deterioro aún mayor en las cuentas de las entidades nacionalizadas. El planteamiento sale a la luz casi al mismo tiempo que el BBVA ha cerrado su operación de adquisición de las cajas catalanas Unnim por un euro y con el apoyo del Fondo de Garantía de Depósitos.

La gran banca, que nunca ocultó su deseo de crecer a costa de hacerse con las entidades más débiles, defiendo, por lo tanto, la celebración de una gran subasta simultánea a la que deberían someterse todas las entidades débiles y nacionalizadas. En ese proceso cada uno de los bancos que pujasen deberían dejar clara su oferta, es decir: explicitar en qué firma de las que están en el mercado es en la que está interesada, cuál sería el plan de negocio y qué ayudas necesitaría para afrontar la operación y de dónde procederían. Los bancos se comprometerían a solicitar las menores ayudas públicas posibles a fin de ser lo menos gravosa la operación para las arcas del Estado, aunque exigen garantías para que la operación sea un éxito. En caso de que cotejados todos los criterios y requisitos previamente citados, se celebraría una segunda subasta.

Según fuentes del sector que defienden este nuevo modelo, la subasta simultánea permitiría poner en el mercado ya a Banca Cívica, Banco de Valencia, Catalunya Caixa y previsiblemente Novagalicia.