"Pasó el martes, el miércoles, el jueves y hoy es... ", pregunta Tatiana, la profe de Infantil. "Viernes", contestan los trece niños y niñas (todos de cuatro años excepto tres que tienen cinco). Y continúa la conversación, con el aula en sorprendente calma, "ayer fue uno y hoy es día.." "dos". "Pasó enero, febrero y estamos en..." "marzo". "Y hoy está un día: ¡soleado!". "Soleado empieza por: Ese!".

Así comienza la sesión el aula de Infantil del colegio vigués Valle Inclán. Aparentemente no hay mucha diferencia entre los alumnos, de cuatro y cinco años. Están trabajando en un proyecto: los dinosaurios. "Es un tema que han elegido ellos, porque les gusta mucho. Esto me permite captar su atención y que estén motivados. Partimos de lo que sabemos y el reto es qué queremos saber. Recopilamos materiales, incluso puzzles, libros y muñecos que traen de casa. Los padres colaboran mucho, incluso han traído un juguete que es un huevo y al introducirlo en agua rompe y sale una cría de dinosaurio; todos los días observamos su evolución", argumenta la tutora.

Con un proyecto común, los niveles son distintos. Mientras unos crean formas con plastilina y aprenden a diferenciarlos en los libros, desde el tiranosaurus hasta el diplodocus, otros, los mayores, se lanzan a realizar búsquedas en google. Y calculan también cuánto llega a medir un dinosaurio y lo comparan con su altura.

Tatiana prefiere crear proyectos por temas y adaptar los contenidos a los dos niveles que guiarse por los libros de texto. Por su experiencia, la motivación de los pequeños es mayor. Incluso los divide, a modo de juego y como incentivo a la organización del aula, en equipos: "el equipo azul tiene que buscar en el libro la altura de cada dinosaurio, el equipo verde vamos a hacer fósiles con plastilina y el equipo rojo a distinguir las partes del volcán, que son...". "El cono y la lava", responden compenetrados. "¿Y cómo hay que trabajar?" "¡En silencio!", dicen, controlando la teoría.

Infantil es un ciclo en el que es más común agrupar alumnos de distintas edades siempre que hay grupos reducidos. Se llevan un año entre ellos. "Quizás se nota menos que en otras etapas pero sí que se percibe la diferencia, tanto en conocimientos como en madurez. Por ejemplo, algunos ya saben leer, otros todavía no y, algunos, a medias. Sí es cierto que se mueven mucho por imitación y los pequeños aprenden de los grandes", apunta la profesora.

De las paredes del aula cuelgan carteles en los tres idiomas: gallego, castellano e inglés. Al lado de "Outono, otoño o viernes y venres" rezan normas en lengua extranjera: "We pick up our toys" (Recogemos nuestros juguetes) o "We know to wash our hands" (Sabemos lavarnos las manos).

El colegio Valle Inclán, ubicado en Lavadores, tiene un aula agrupada en Infantil y otra con alumnos de 5º y 6º de Primaria (11 y 12 años), pero en este caso se juntan para parte de las asignaturas. "En Matemáticas mantenemos los grupos reducidos porque es más complicado explicar esta materia de modo conjunto, aunque separes contenidos y ejercicios", explica Bernardo.

En Coñecemento do Medio, por ejemplo, trabajan unidos y si algo requiere juntar en una misma aula a once alumnos de doce años y a unos ocho de once es paciencia infinita y un 100% de concentración durante 50 minutos. Todos están aprendiendo temas relacionados con electricidad, magnetismo o gravedad pero las fichas de unos y otros son distintas.

Mientras los mayores manejan ya circuitos eléctricos, diferenciando el generador de los conductores hasta llegar a la lámpara, la bombilla y el interruptor; los pequeños definen la gravedad. "La balanza como instrumento sirve para medir el peso y se mide en kilogramos. El termómetro mide la temperatura y se calcula en grados", consta en la ficha de los de 5º. Tras una explicación inicial, cada grupo se pone a completar su ficha y el profesor va uno por uno resolviendo dudas, enseñando a relacionar la información requerida con los contenidos del libro y realizando correcciones. "En la parte positiva, ellos se esfuerzan más antes de preguntar y aprenden a relacionar cosas, son más autosuficientes, la verdad, sobre todo los que ya han compartido clases con este estilo de trabajo. Para nosotros es un mayor esfuerzo y hay que utilizar mucho la imaginación para llevar las clases", expresa Bernardo. La pantilla del Valle Inclán es muy joven, con ganas. En el patio exterior, Moncha Santos, la directora, imparte una clase de Educación Física. "En estos momentos tenemos 90 alumnos. Hacemos un planing exhaustivo de calendario para cuadrar todos los grupos", comenta.