El spot televisivo con el que Guinness felicitó la Navidad a los británicos tenía ingredientes gallegos. El pianista y compositor Nico Casal (Santiago, 1985) tuvo "la suerte" de participar en la versión orquestal de un conocido villancico a los pocos meses de llegar a Londres, donde cursa un máster en la City University. "Fue una experiencia genial y de lo más emocionante. La productora quedó muy contenta y me vino muy bien para hacer currículo", relata.

Una envidiable inmersión londinense para una carrera en la que ya figuran las bandas sonoras de cortos dirigidos por Jorge Coira, Iker Elorrieta, Ángel Jiménez o la brasileña Giuliana Monteiro. En España, Nico alternaba su carrera como compositor con la de profesor en la Escuela Municipal de Música de Vigo, ciudad donde obtuvo el grado superior de piano, pero planeaba una aventura en el extranjero desde hace tiempo.

Su relación con el cine empezó como un hobby, pues su formación es de concertista, pero acabó por dar el salto a la composición: "En España solo había un posgrado en Barcelona que no era oficial y empecé a prepararme para entrar en un máster de Berkeley, en EE UU. Llegué a la final en Madrid, pero no conseguí la beca. Así que el año pasado me busqué otro "plan B". Vine varias veces a Londres para recibir clases particulares y visitar universidades y en septiembre empecé mi máster en la City University".

Y en estos primeros meses en la capital británica no ha perdido el tiempo. Además de sus clases, que desde este semana ha empezado a compaginar con un trabajo como camarero, Nico compone para tres cortos que serán exhibidos en festivales. "Uno es de un chico griego, el otro es de una directora africana y está basado en un cuento tradicional de Kenia, y el tercero es de animación y lo dirige un vasco afincado aquí. Lo que más me gusta de Londres es su diversidad y la posibilidad de conocer y trabajar con gente de todas las culturas. Y a nivel de música para cine, es la mejor ciudad de Europa".

Mientras amplía su agenda de contactos internacionales, Nico mantiene los vínculos con nuestro país y trabaja, entre otros proyectos, en la música de una serie de documentales sobre naturaleza galaica: "La versatilidad es esencial y a mí me encanta pasar de algo que suene a gallego a investigar sobre cánticos tribales africanos".

A estas alturas de su carrera, el compostelano no olvida la sensibilidad que mostraron sus padres cuando solo era un chaval: "Me pasaba muchísimas horas tocando un tecladillo en mi habitación y me metieron en el Conservatorio para probar. Soy músico gracias a ellos".

A menudo, las mejores ideas le sorprenden mientras viaja en metro o está a punto de quedarse dormido: "Y al día siguiente continúo en el piano". Pero sus manos también improvisan sobre otro teclado, el informático: "Cuando estudiaba en el Conservatorio podía pasarme hasta seis horas tocando, ahora necesito el mismo tiempo con el ordenador para trabajar con los vídeos y adecuar la música".

Dada su doble formación, el abanico de influencias de Nico incluye desde los autores que interpretó en muchas ocasiones al piano –Rachmaninoff, Chopin o Debussy– a los compositores en activo que han puesto música a los grandes títulos cinematográficos, entre ellos, Thomas Newman, Danny Elfman o Alexandre Desplat. Los tres forman parten del grupo de habituales nominados a los Oscar en el que ya se ha ganado un hueco el español Alberto Iglesias.

Newman, por ejemplo, firma la banda sonora de La dama de hierro y de muchas películas de animación de Pixar, como Wall-e. "Todos los sentimientos del robot te los cuenta la música. Yo estoy metido en esto porque me di cuenta de su poder para emocionar e influir en lo que pensamos. He hecho experimentos con niños en los que Chaplin sin melodía parecía aburrido y la escena de la ducha de Psicosis no les daba miedo", revela.

Música e imagen "deben formar un equipo" y una banda sonora funciona, asegura este experto, "cuando no te distrae", aunque a veces resulta inevitable que perdure en nuestro inconsciente. "En unos pinchos después del estreno de un corto escuché a más de un espectador silbar la melodía principal, que era mía. Fue genial, se me pusieron los pelos de punta", confiesa.

Además de la música y el cine –"Me encantaría trabajar con Clint Eastwood por cómo la utiliza"–, Nico tiene una tercera pasión: la arquitectura. De hecho, en el instituto tenía claro que ésa sería su profesión. Hasta que se vio en la tesitura de abandonar el piano para poder cursar la carrera y se decidió por lo primero: "Un amigo me dijo en una ocasión que tengo la necesidad de crear por eso quería ser arquitecto y después, en lugar de tocar las piezas de otros, me convertí en compositor para imaginar las mías propias".