"Hoy es así, mañana todos por el BNG". La frase de Guillerme Vázquez a Aymerich transmitió menos que sus gestos. El portavoz nacional, que repite en el cargo, escuchó su proclamación como ganador frente a Beiras al lado de la tribuna. No movió un músculo de la cara. A dos metros, Aymerich aguantaba el tipo tras su derrota. El primero pasó al lado del segundo hasta cuatro veces rehuyendo el saludo. No se estrecharon las manos hasta que llegó Beiras y las cámaras provocaron su felicitación mutua.

Ese momento simbolizó la tensión interna con que el BNG cerró ayer su cónclave y que se transformó en críticas personales durante el debate interno focalizadas en Beiras, al que incluso Rafa Villar le echó en cara su "discurso de desgaste de la imagen social" del Bloque. El propio Beiras recriminó tras su derrota las "provocaciones" sufridas.

Y es que las continuas apelaciones por ambos lados a que el BNG es "la casa común del nacionalismo" no pudieron ocultar la sima abierta en el corazón de una formación que se asemeja a una familia de parientes que se reúne en Navidad a pesar de llevarse mal entre ellos. "La izquierda que no hace crítica interna comete errores", alertó Beiras.

La militancia cercana a la UPG rechaza la exposición pública de sus problemas internos de la que han hecho gala Beiras y los suyos, si bien durante la asamblea algunos miembros de la UPG no dudaron en usar las redes sociales para satirizar al que fuera líder nacionalista en los días de vino y rosas de los 18 y 17 diputados en el Parlamento gallego. Por ejemplo, la edil en A Coruña, Ermitas Valencia, que en twitter se despachó a gusto: "Beiras es la única persona en el BNG que consigue que lo aplaudan más por beber H2O y la puesta en escena que por lo que dice".

Ayer dio la impresión de la autoritas de la que Beiras presume tiene más adeptos fuera que dentro, pero logró, incluso derrotado, el momento más emocionante de la velada cuando muchos jóvenes y no tan jóvenes le depararon una estruendosa ovación.

A muchos en la U les molesta esa aureola del exlíder y están hartos de su demonización por parte de él. "Todos tenemos defectos, pero a él se los tapábamos siempre", se quejaba un histórico de esta formación.

El nacionalismo abandonaba ayer el mercado de ganado de Amio dividido y con la sensación de Bill Murray en el día de la marmota, que se repite una y otra vez. El BNG tiene ante sí el reto de superar una fractura evidente, la integración de los críticos con su rumbo, entre ellos el grupo de alcaldes que pidió renovación y fue vituperado en la asamblea, y quizás volver a enfrentarse a otro cónclave "histórico con riesgo de ruptura". A todos los bandos les sirve la misma receta de Guillerme Vázquez: "la paciencia es revolucionaria".