En un tejido empresarial plagado de pymes, una de las características principales de la economía gallega, ya por separado las dos cajas suponían un entramado laboral de condiciones inmensas. La fusión las colocó luego entre las entidades de mayor número de empleados en la comunidad, a imagen de los gigantes Citroën e Inditex. Hasta el pasado mes de junio, pendiente todavía una parte de las prejubilaciones, el número de trabajadores de la entonces Novacaixagalicia ascendía a 6.946, después de una reducción del 10% en comparación con la plantilla que movía en el inicio de la operación. Casi 7.000 personas que estos días digieren el tercer giro en menos de año y medio en su día a día. Primero con el matrimonio de Caixanova y Caixa Galicia, luego la segregación del negocio y el reparto con la obra social, y el organigrama nuevo ahora con la división estratégica perfilada por el presidente José María Castellano y el consejero delegado, César González-Bueno, como cuatro bancos en uno. Otra vez cambia la filosofía y la cultura del negocio. "Demasiado en poquísimo tiempo", lamentan los sindicatos.

El reflejo a efectos prácticos del modelo implantado por la nueva cúpula se resume en los 27 folios que, desde el lunes, los empleados tienen a su disposición en el portal interno el puesto reservado para cada uno. De ahí el vértigo para más de 80 trabajadores que, simplemente, no aparecían. Un "error", según admitió Novagalicia, que en las últimas horas se ha ido solucionando. "A medias", matizan los representantes sindicales. "Gente de servicios centrales que se va a ir a red –explica Clodomiro Montero, de la CIG–, pero que todavía no tienen destino". Inicialmente, el cálculo de excedentes supera los 120. Los que se irán ahora a reforzar las oficinas en una primera fase. Pero en el encuentro de ese mismo lunes de Castellano con los sindicatos, el banco anunció que serán más y que hay que cubrirlos con el ERE que está actualmente en vigor para hasta 350 bajas incentivadas.

"A la gente se le está mandando para Lugo, Ourense, Asturias y León", cuenta Xosé Ramón Del Pliego, de UGT. El sindicato se ha apurado a recordar "ante los numerosos cambios de destino" que el pacto laboral firmado durante la fusión marca claramente las indemnizaciones para estos casos. De 6.000 euros entre 25 y 65 kilómetros; 12.000 euros si la distancia llega a los 100; entre 100 y 200 kilómetros, 18.000 euros; y 24.000 hasta los 350. "Lo que luego haga cada persona no lo sabemos, el miedo es libre –señala Del Pliego–, pero que la compañía, como le llaman ellos, debería saber que no vamos a tragar".

En un primer repaso de los elegidos para ir a sucursales, a los sindicatos les llama la atención que muchos sean trabajadores de edades más avanzadas, para los que la mudanza sea más complicada. "Un perfil con muchos años de antigüedad, y que de momento no saben el destino exacto. Incluso hay gente ya en formación para el cambio que lo desconocen", incide Montero.

El otro ajuste se vive con los departamentos. Al planteamiento de llevarse a la sede de Madrid lo que quedaba en Vigo de Tesorería –inicialmente, en la fusión, estaba prevista la transformación inversa, cuando María Victoria Vázquez, ahora solo con participadas, llevaba el área–, se une en las últimas horas la posibilidad de llevar a A Coruña la parte que también había en la ciudad olívica de Cartera. El área encargada de letras, suscripciones, pagarés... Y que cuando nació la entidad única se fue a Vigo. Los sindicatos recuerdan que los primeros que restan importancia al asentamiento físico de un trabajador gracias a las nuevas tecnologías son el presidente y el consejero delegado. "Así que nos tememos –sostienen en la CIG– que se debe a que un jefe vive en algún sitio".

"Entendemos que hay que poner en marcha medidas, correcto. Una reestructuración, correcto. Pero que negocien. La gente está dispuesta a implicarse, y hay que incentivarla", reclama Clodomiro Montero. Los representantes de los trabajadores critican las formas. Que no se hubiera establecido una relación de puestos vacantes y que, a partir de ahí, se cubrieran en función de lo que también le conviene a la plantilla. De ahí también, ante el escenario tan duro que vive la economía, dudan de que haya voluntarios para cubrir las 350 bajas voluntarias. "Cuando se coge una compañía, para hacerla rentable lo que hay que hacer es darle actividad, no desbrozándola de gente –señala Del Pliego–. Porque eso es una especialidad de los fondos piraña. Lo primero es negocio, lo otro pasta rápida".