Para encontrar el Beato de Liébana sustraído en 1996 por cuatro encapuchados a plena luz del día del Museo Diocesano de La Seu d´Urgell (Lérida) hubo que esperar cuatro meses. Para que el Códice Calixtino regrese a su estancia del Archivo de la catedral de Santiago tal vez tenga que pasar más tiempo, incluso una década –como admiten fuentes de la investigación– o, más aún, puede formar parte de ese 70% de piezas del patrimonio histórico que no se vuelve a recuperar. De momento, el reloj avanza y no se ha producido ningún "milagro", como vaticinaban algunos. De hecho, pasado mañana se cumplirá ya un mes desde que uno de los dos colaboradores del deán compostelano José María Díaz en el Archivo del templo del Apóstol le comunicó la desaparición del manuscrito.

Ese mismo día, el pasado 5 de julio, la policía acudió por la noche al lugar de los hechos para realizar las primeras pesquisas, aunque lo tuvieron difícil desde el principio porque los responsables del Archivo no pudieron especificar desde qué día faltaba la obra. Y este mes, aunque buena parte de las fuerzas de seguridad se coja sus vacaciones como cualquier otro empleado, no se producirá ningún parón en las investigaciones.

Fuentes policiales confirman que el equipo que hasta ahora se está haciendo cargo de las indagaciones, compuesto por doce personas, tres de ellas venidas ex profeso desde Madrid, desde la Brigada de Patrimonio, no disminuirá sus efectivos durante este mes. Los funcionarios que tomen vacaciones serán reemplazados por otros. En ese sentido, el delegado del Gobierno, Miguel Cortizo, insistió desde el primer momento en que se recurriría a las fuerzas de seguridad que "hiciesen falta" para recuperar el volumen del siglo XII.

No obstante, poco trasciende de la labor que realizan estos agentes. El delegado del Gobierno apeló a la necesidad de que las pesquisas se mantuvieran en secreto para no alertar al culpable o culpables del robo y desde la policía no quieren adelantar ningún avance hasta que la noticia que puedan ofrecer sean la del rescate del libro. Lo que sí se sabe, a pesar de que desde el ámbito policial se insiste en que no se descarta ninguna hipótesis, es que algunas se prefieren a otras. Así, por ejemplo, la policía, tal vez inspirada por las palabras que pronunció el deán durante la rueda de prensa en la que dio cuenta de la sustracción del manuscrito –"quien se llevó el códice sabía de qué se trataba, sabía de su valor incalculable y sabía cómo llegar a él"–, ha insistido mucho, a lo largo de este primer mes, en el entorno más cercano. No obstante, desde la Iglesia compostelana consideran que las supuestas rencillas de autoridades eclesiásticas, que sostendrían el móvil de venganza, carecen de fundamento.

Una de las hipótesis que se barajó al principio –apuntada por varios expertos– mencionaba el robo por encargo, pero el experto en robos de arte internacionales, Noah Charney, aseguró que se trata de casos excepcionales –aunque tampoco quiso eliminarla del abanico de posibilidades– y que sería más probable, incluso, que el manuscrito hubiese sido sustraído para lograr el abono de un rescate.

Por todo ello no es de extrañar que, además de proceder al visionado de las alrededor de 400 horas de grabación que recogieron las cámaras situadas en el claustro de la catedral –que no en la propia cámara de seguridad–, iniciasen su investigación tomando declaraciones a todos los trabajadores del templo, hasta un total de 70, y que luego las pesquisas se ampliaran a los círculos "más próximos" de todo el personal, desde familiares a amigos. "Nadie quedó sin entrevistar", destacaron fuentes próximas a la investigación.

Por si acaso, no obstante, la Interpol fue alertada. Eso sí, el Códice ya no figura en la lista de "robos recientes" de la web –que incluyen imágenes para su identificación y obtención de posibles pistas– de la organización.