¿Qué tienen en común la minería y el turismo? Para ciertos sectores significan incluso lo contrario: muchos visitantes suponen agresión al medio ambiente. Pero para el proyecto "Atlanterra", las minas pueden ser un factor que atraiga a turistas culturales porque, como cualquier actividad humana, han dejado huella en la comunidad. De este proyecto, que en España solo se realiza en Galicia, se encarga el Instituto Geológico y Minero de España, que ha asumido la tarea de "poner en valor" el patrimonio minero, entre otras cosas mediante un mapa que, según Ángel Ferrero, jefe de la Unidad del IGME en Galicia, se presentará el año que viene.

Si en la actualidad, la minería –de la que existen 1.800 unidades de explotación en suelo gallego, medio millar con actividad continuada– supera los 700 millones de euros de facturación y genera 6.300 empleos directos en la comunidad, lo que la convierte, según el IGME en el segundo sector económico de Galicia, en el pasado su relevancia fue también grande, aunque entonces no mandaban las rocas ornamentales, como ahora, sino la extracción de minerales metálicos.

El IGME está buscando las huellas que la industria extractiva dejó en la comunidad desde que los fenicios descubrieron lo que para los romanos fue, según algunos expertos, un "coto minero". Pero con el patrimonio minero ocurre algo similar a lo que denuncian diferentes asociaciones de protección del patrimonio artístico: no se conoce. Y lo que no se conoce, no se valora. Por eso no es de extrañar que la situación de partida, según Ferrero, se merezca ser tachada de "absoluto descuido por parte de todos los agentes sociales", salvo, matiza, contadas excepciones como la puesta en valor de San Finx (Lousame) o las minas de Fontao.

"Lo demás está dejado de la mano de Dios", subraya. "La gente no le hace caso al patrimonio minero porque no sabe. Por eso uno de nuestros objetivos es ir concienciando para recuperar esa parte de la memoria histórica. Hay que involucrar a la gente en el conocimiento de este patrimonio, que es un patrimonio cultural más", defiende. "Más tratándose", enfatiza, "de una importante región minera" y, sobre todo, porque "ya no queda mucho" patrimonio, aunque todavía existen "algunos edificios e instalaciones interesantes" a las que, subraya, "hay que otorgar contenido".

De hecho, el IGME no se limitará a poner puntos –el primer reconocimiento abarca medio centenar de elementos– en un mapa para indicar dónde descansan los restos de esas cuevas de Alí Babá, sino que también prestará toda su colaboración, explica Ferrero, en aquellas iniciativas, bien de corporaciones locales o de entidades culturales, muchas de ellas ya trabajando en eso, que pretendan poner en valor estos restos, proporcionando "los contenidos geológicos y mineros" e incluso sugiriendo "propuestas concretas" para aquellos elementos que consideren más aprovechables para su explotación turística. Eso sí, concede Ferrero, habrá que esperar a que vuelvan las vacas gordas a las administraciones locales, pero mientras, hay ciertas tareas, como señalización, desbroce o incluso la inclusión del elemento en cuestión en un folleto turístico, "al lado de la ermita", que no resultan tan costosas.