La reforma de la Lei do Solo aprobada el 25 de marzo del pasado año no acabará finalmente en el Tribunal Constitucional. El Gobierno central había advertido con recurrir cuatro preceptos e incluso ya había notificado de sus intenciones al Constitucional, pero en este caso las negociaciones abiertas entre las dos administraciones funcionaron y se preservará el texto tal cual fue aprobado por el Parlamento gallego. Es el primer acuerdo que se adopta en la actual legislatura sobre un conflicto de competencias.

El Ministerio de Medio Ambiente vio en su momento indicios de inconstitucionalidad en cuatro apartados por entender que la Xunta se extralimitaba en sus funciones e interfería en las competencias del Estado en materia de costas –las referentes a los cien primeros metros a contar desde la línea de playa–. Entre estas "interferencias" figuraban la capacidad de la Xunta para autorizar determinados usos en las zonas de dominio público marítimo y la legalización de construcciones levantadas sin licencia con anterioridad al 1 de enero de 2003 (cuando entró en vigor la Lei do Solo) y sobre las que no pesara expediente ni denuncia alguna.

Por estas razones, en julio el de Medio Ambiente, invitó a la Xunta a cambiar la redacción de esos cuatro preceptos si no quería que la ley acabase en el Constitucional. Entonces se abrió una negociación, que concluyó con pleno acuerdo. Sobre los aspectos que afectan a la autorización de usos en el dominio público marítimo, el Gobierno acepta la interpretación de la Xunta de que en todo momento se respetan las competencias de Costas. Y en cuanto a la legalización de edificaciones sin licencia, se da por buena la redacción del precepto, pero solo provisionalmente, porque la Xunta tendrá que reformarlo para precisar que esos supuestos de edificaciones se encuentran fuera del área de protección de Costas.

Los responsables de Medio Ambiente del Gobierno, Rosa Aguilar, y de la Xunta, Agustín Hernández, se reunieron ayer en Madrid, junto con el resto de consejeros, para abordar la contaminación de las ciudades, un encuentro que Hernández calificó de "improvisación".