La historia del Gaiás, convertido desde el principio en ingrediente constante del debate político gallego con acusaciones cruzadas de despilfarro coincidiendo con los cambios en el Gobierno autonómico –primero, la llegada del bipartito y la vuelta de los populares a San Caetano después–, se escribe con varios cambios en las constructoras contratadas, obras paralizadas y hasta una comisión parlamentaria e investigaciones judiciales para aclarar el destino de algunas de las partidas. El propio Fraga, fuera ya entonces de la Xunta, tuvo que comparecer a finales de 2007 en O Hórreo para defender la "responsabilidad" durante su mandato y lo único que llegó a admitir fueron "posibles fallos de coordinación" que él asumía personalmente. El expresidente aseguró que él no se metió "demasiado" en la puesta en marcha del proyecto y dejó "que los conselleiros tomasen sus competencias", principalmente Pérez Varela en Cultura y Orza en Economía.

El penúltimo obstáculo para el proyecto es la grave crisis económica. La Xunta ha decidido "priorizar" lo que realmente está avanzado y "dejar de lado y aparcar" las actuaciones que ya están retrasadas. En función de cómo evolucionen las finanzas autonómicas, cambiará también el ritmo de las obras. ¿Y qué pasará con los contenidos? Su diseñador está convencido de que aunque estén vacíos, "la gente querrá ver los edificios". Por si acaso, y en otra vuelta de tuerca del planteamiento originario del proyecto, el Gobierno gallego se llevará para una de las alas del inmueble destinado a usos administrativos al personal y el equipamiento de su red de procesamiento de datos informáticos desperdigado ahora en 80 centros diferentes. "La austeridad no admite excepciones", asegura Alberto Núñez Feijóo.