El enfoque de la nueva financiación universitaria, un innovador esquema en el que las instituciones que mejor lo hagan y más resultados acrediten serán compensadas porcentualmente por su esfuerzo, "es el correcto". Es el camino que debe seguir, "sin duda", la educación superior en Galicia, porque también lo hará España y así lo ordena Europa. Pero, para que tenga éxito, habrá que desprenderse del pasado. Y eso será lo difícil. ¿Financiación por objetivos y resultados? Perfecto, será ideal pero costoso. El planteamiento es "más ambicioso que realista". Profesores y catedráticos de las tres instituciones gallegas coinciden en que el cambio de mentalidad y la adaptación a un nuevo modelo de gastar e ingresar se presenta "complicado".

Con un mapa de campus acostumbrados a depender, quizás demasiado, de las transferencias de la Xunta, es decir, de las arcas públicas, lanzarse a la competición y a lidiar por la captación de talento y fondos supone romper la tranquilidad existente hasta la actualidad. "Es fundamental que una parte sustancial de la financiación se realice en función de esfuerzos y resultados. No será un problema para profesores, grupos de investigación, departamentos y facultades que ya trabajan con esa lógica de calidad. Quizás lo sea para los más rezagados", opina Santiago Lago, profesor de Economía de la Universidade de Vigo, quien añade: "llevamos años defendiendo ese enfoque; sería un error dar más recursos a cambio de nada". ¿Cómo conseguir que el personal se involucre? "No es cuestión de trabajar más horas sino de dedicarlas a objetivos concretos y bien definidos. Creo que necesitamos más personal de administración y servicios, sobre todo tras la implantación a Bolonia", considera Lago.

Para Luis Liz Marzán, catedrático de Química Física en la institución viguesa, la financiación por resultados "permitirá mejorar la posición de las universidades gallegas". ¿Será complicado aplicarla?: "No debería ser difícil aunque, probablemente, requerirá decisiones políticas que no gustarán a todos. Cada universidad deberá valorar lo que tiene y lo que quiere tener. Por ejemplo, en investigación, no es lo mismo apostar claramente por la investigación de alto nivel que por la investigación generalizada".

Venancio Salcines, profesor de Ciencias Económicas de la universidad coruñesa, considera que, actualmente, "los gestores universitarios son unidades de gasto". "Nunca han tenido entre sus preocupaciones obtener ingresos que no fueran los provenientes del sector público. En otros lugares, esto es diferente: tienen muy presentes los recursos que se pueden captar de la sociedad civil y planifican estrategias encaminadas a ello", asegura el docente.

Salcines aconseja que los cambios se introduzcan "con lentitud" y, una vez que se apliquen, "dejarlos estables por un tiempo porque las carreras investigadoras tardan tiempo en construirse y es complicado cambiar inercias de un día para otro". En cuanto a la motivación de las plantillas, tiene claro que las nuevas generaciones de docentes serán el motor. "Es difícil encontrar mecanismos incentivadores para los que ya tienen su carrera profesional encauzada. El cuerpo de profesores no numerarios o no consolidados son mucho más permeables a los cambios y se someten de mejor forma a los objetivos que se puedan fijar", argumenta el profesor coruñés. "Al igual que un empresario, un gestor ha de preocuparse no solo de gastar, sino también de ingresar pero: ¿está la Xunta dispuesta a incentivar económicamente a los profesores que cumplan con los objetivos? Lo veo difícil. ¿Y estarían dispuestas las plantillas de la universidad a ver cómo se rompe el status de igualdad salarial que impera actualmente y permitir que se remunere a los más eficientes? También lo dudo", expresa Venancio, quien concluye con una frase clarificadora: "La universidad no puede ser un monasterio del siglo XIX donde se encierran los sabios que encuentran la felicidad en la contemplación del conocimiento". Según Santiago Gómez Fraiz, decano de la Facultad de Económicas y Empresariales de Vigo, "el proceso es complejo, aunque unas universidades lo tendrán más difícil que otras; en este sentido, la de Vigo no está mal posicionada". Advierte de que se trata de un servicio público y los parámetros de gestión "no siempre son equiparables a los empleados del ámbito privado". En esencia, "se trata de introducir dosis de competencia", explica Gómez Fraiz. "Supone un cambio pero la universidad española ha demostrado que es capaz de adaptarse rápidamente. No hay más que analizar la transformación experimentada en los últimos 15-20 años", concluye.

Es muy importante, para Alberto Vaquero, profesor de Economía Aplicada de la institución viguesa, tener en cuenta "el punto de partida de cada universidad". "Para que la fórmula de los contratos-programa tenga éxito es imprescindible que se doten de cuantías suficientes y, sobre todo, que sean individuales", afirma Vaquero, que está convencido de que las universidades "deben incentivar a sus plantillas en consecución de resultados, premiando con recursos de distinto tipo a los que investigan más y mejor". En cuanto a la adaptación, cree que las que tengan una estructura financiera más saneada y menos dependiente de la financiación incondicionada lo tendrán más fácil. "En un momento como el actual, con escasez de recursos, hay que premiar a aquellas que hacen más con menos", advierte.

Escasa preparación

Xavier Vence, catedrático de Economía Aplicada de la Universidade de Santiago, se muestra menos convencido del futuro éxito de una financiación por resultados en Galicia. "En investigación, parte de la remuneración del profesorado depende de su productividad. En ese ámbito ya se está haciendo. La financiación por objetivos solo tiene sentido una vez cubiertos, con suficiencia, los recursos necesarios para una universidad de calidad. El problema de este plan es que no garantiza el mínimo necesario para mantener el nivel actual de las tres instituciones. La Xunta no incorpora fondos adicionales sino que propone una redistribución entre las universidades y, para algunas, implicará caer por debajo de las actuales asignaciones estructurales", argumenta. Para Vence, el nuevo modelo complicará la situación de las instituciones con más deuda. "No es justo utilizar los indicadores para penalizar los recursos de los que disponen las universidades para prestar su servicio docente", alerta el catedrático de Economía.