Hasta el cierre de la gira hoy en Barcelona, el Papa y el presidente del Gobierno no se verán las caras. La foto esperada, aunque a efectos oficiales se presente como un viaje pastoral y no estrictamente una cuestión de Estado. Sobre todo, cuando, como en este caso, en un lado y en otro hay que hacer auténticos equilibrismos muy a menudo para reencauzar el trato. A la misma hora que Benedicto XVI pisaba tierras gallegas, José Luis Rodríguez Zapatero visitaba por sorpresa a las tropas de Afganistán. El encargado de sustituirle fue el vicepresidente Rubalcaba, con el que el Sumo Pontífice habló de la crisis económica. Un encuentro "cordial" para reafirmar "las buenas relaciones" entre el Ejecutivo y el Vaticano. Pero el Papa no disimula que el escenario confesional en España le incomoda. En un gesto poco habitual en sus salidas oficiales, Ratzinger habló abiertamente y con expresiones muy contundentes de la "reevangelización" del país ante "el enfrentamiento" entre fe y laicidad.

Aunque la necesidad de dar su lugar "a la belleza de la fe" en el "mundo moderno" tejió todos sus discursos oficiales en la capital gallega, las palabras del Papa en el avión antes de aterrizar, la tradicional conversación con los periodistas en cada viaje, fueron más tajantes. "Es verdad que en España ha nacido una laicidad, un anticlericalismo, un secularismo fuerte y agresivo como se vio en la década de los años treinta", critica, en referencia a la situación de los católicos durante la Segunda República, las vísperas de la Guerra Civil. "Y ese enfrentamiento, disputa, entre fe y modernidad –añade Ratzinger–, ocurre también hoy de manera muy vivaz". La reflexión respondía a una pregunta que el Papa seleccionó de entre todas las posibles cuestiones planteadas por los periodistas y que conocía de antemano.

De hecho, el Papa confiesa que el Consejo Pontificio que este año creó en el seno de la curia vaticana para la nueva evangelización de Occidente estaba pensado especialmente para España, uno de los países con mayor descenso de creyentes junto con Francia, la República Checa y Reino Unido. En el encuentro con los medios le preguntaron, precisamente, si tanto viaje a España –éste es el segundo en cinco años que lleva de pontificado y en 2011 volverá a la Jornada Mundial de la Juventud de Madrid en agosto– responden precisamente a una "preocupación". "Es una señal de amor", contestó. "El mensaje –continuó– es no perder el camino de la fe y buscar la belleza de la fe en este mundo moderno".

El indisimulado mensaje del Papa a Moncloa, con la proyección que mundial que tienen todas las visitas internacionales del Pontífice –especialmente en los países Latinoamericanos–, llega sólo unos días después de la tregua que el Ejecutivo central mandó al poder eclesiástico con la paralización de la ley de libertad religiosa, uno de los puntales del programa electoral socialista. El vicepresidente Rubalcaba explicó que no era una prioridad en estos momentos, y menos a la vista de las dificultades para llegar a cualquier consenso por la oposición.

Y no fue el único guiño. Tras los cambios en el Gobierno, la interlocución con la Iglesia, de la que hasta entonces se encargaba Teresa Fernández de la Vega, pasa a manos de Ramón Jáuregui. Aunque las funciones estrictas sean competencia del Ministerio de Justicia. El nuevo responsable de la cartera de Presidencia es un católico reconocido. En una entrevista hace solo unos días, Jáuregui defendía la religión como "un hecho público que no pertenece exclusivamente a la intimidad de las personas".