Lejos del silencio con el que Juan Ramón Quintás, fiel a su filosofía de cambios tranquilos, quería dejar la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA) tras 16 años, los últimos 8 como presidente, el cambio de timón, con su sorprendente dimisión de por medio, escenifica las dos visiones enfrentadas que hay en el seno de la patronal de las entidades sobre el futuro de su propia naturaleza jurídica y el candidato adecuado a asumir las riendas de la organización en el peor momento posible. En plena reestructuración del mapa financiero y las quejas del supervisor, el Banco de España, del Gobierno y la oposición por la lentitud del proceso. Nadie quería esta convulsa, e inesperada para la mayoría, transición y no son pocos también los que se preguntan si la unidad de la CECA está asegurada a partir del 20 de abril, cuando sí es previsible que se nombre al presidente.

En un resumen de la trayectoria de este reconocido economista gallego que la patronal remitió ayer –quizás para edulcorar la atropellada salida de Quintás el pasado miércoles, tras una sesión tensa del consejo de la CECA que acabó con una rueda de prensa en la que el ex presidente ni siquiera dejó entrever su decisión de renunciar al cargo– se da una de las pistas de por dónde caminan esas dos corrientes. La reforma de la Ley de Órganos de Representación (Lorca) queda como el último reto pendiente en la gestión del que fue también uno de los padres del Estatuto de Galicia. Aunque la CECA hace hincapié en su comunicación en que el cambio buscaba básicamente una despolitización de los órganos de decisión de las entidades, lo cierto es que desde hace meses, a la vista de lo que ha ocurrido con las cuentas de las cajas por la grave crisis económica –y su especial vinculación al mercado inmobiliario– el sector debate si como fórmula de captación de recursos se debería abrir la puerta a que las cuotas participativas, lo más parecido que tienen las cajas a las acciones en una empresa privada, ofrezcan derechos de incidir en sus decisiones a los compradores.

A la entrada, por lo tanto, de inversores privados, en los que una parte del mercado y algunos partidos políticos ven el camino a la privatización. Todos apuestan por renovar la normativa para que las cuotas participativas sean más atractivas. Pero, ¿hasta qué punto? Quintás siempre ha sido muy cauto en el peliagudo asunto.

Y con el debate del futuro sobre la naturaleza jurídica de las cajas, en la sesión de la CECA del miércoles en la que estaba prevista la designación del sucesor de Quintás no hubo unanimidad. El propio presidente hasta entonces lo reconocía. De un lado, la opción conocida desde hace meses de Amado Franco, responsable de Ibercaja. La candidatura de las entidades medianas. De otro, y según fuentes del sector por recomendación del Gobierno, a Isidro Fainé, líder de La Caixa y uno de los financieros más reputados en España. La imagen de un hombre fuerte para un sector que tiene que volver a hacerse fuerte y que, según apuntan varias fuentes, gana más adeptos cada día que pasa entre sus colegas pensando en el resultado del día 20.

Los sindicatos apremian a acometer el relevo cuanto antes. Las cajas, como Caixanova o Sa Nostra, al "consenso". En su última comparecencia como presidente, Quintás dio la clave. Sea quien sea el elegido, las entidades deberán enfundarse en un ejército romano con la estrategia de la tortuga para "hacer invulnerable" a su nuevo capitán. Una barrera ante una posible escisión de la CECA de la que se empieza a hablar. Lo que queda por delante no es anecdótico. La reestructuración no acaba de cuajar, a la espera de claridad normativa a los SIP y el freno a los obstáculos políticos.