Ni cigarrillos ni manos untuosas bañadas en restos de bocadillos grasientos. Los médicos forenses de Galicia no están de acuerdo con la imagen que se ofrece de ellos en muchas películas, aunque sí admiten, como lo hace Benito López de Abajo, director del Instituto de Medicina Legal de Galicia, que series como "CSI" o "Bones" reflejan con bastante fidelidad la realidad diaria de su trabajo.

Por lo menos en cuanto a la metodología se refiere: examen del muerto, fotografías, croquis y recogida de muestras –en la fase de levantamiento del cadáver–, y examen de la ropa y del exterior y del interior del fallecido –a la hora de la autopsia–. El objetivo, por supuesto, también es el mismo: estudiar la "causa de la muerte y las circunstancias" para acercarse a la verdad y ofrecer un dictamen lo más preciso posible, ya que éste será clave, tal y como reconoce el investigador, a la hora de que un juez dictamine sobre la culpabilidad de un imputado.

A la ficción sólo la separa un "pero", pero muy grande, de la realidad: "En la televisión hacen trampas". "Cuando a veces decimos que emitir un informe nos llevará quince días, algunos nos miran asombrados", asegura. Y es que fuera del celuloide los asuntos no se solventan tan "rápido" como en las peripecias televisivas de sus homólogos norteamericanos. "En medicina forense sólo hay dos maneras de hacer las cosas: o rápido o bien". López de Abajo lo enuncia como si se tratase de un mandamiento. El cuerpo de un fallecido, explica, "es como un libro que vas leyendo, pero con la diferencia de que es como si destruyeses cada página que acabas. Una segunda autopsia nunca da resultados", afirma convencido.

Pelos y señales

La realidad también supera a la ficción en complejidad. "No hay un pelo que se convierta en la pista clave, sino que puede haber 300, incluso de gato, y lo mismo pasa con los cigarrillos, de los que puede haber decenas de cualquiera que haya pasado por allí y que no tienen nada que ver con el asunto", subraya el máximo responsable en Galicia del cuerpo de forenses asignado a la Justicia –dotado de 56 forenses y 18 axuliares–.

No obstante, para López de Abajo, que los forenses entren por los ojos a los espectadores, también ha tenido consecuencias positivas. La principal, el efecto llamada. Al igual que le ocurrió a él mismo con la serie de televisión "Centro médico", emitida en los 70 y protagonizada por un tal Dr. Gannon, que despertó en él la llamada de Hipócrates, series como "CSI" –una serie "bien hecha", insiste– sirven para que a la gente "le entre el gusanillo".

Claro que no todo el mundo es apto para salir indemne del visionado de una escena del crimen. Incluso López de Abajo, que lleva 24 años en la profesión, confiesa que siempre recordará el caso de una prostituta asesinada en Santiago en la que el agresor se había cebado con especial truculencia. La primera vez que se situó frente a una camilla para practicar una autopsia, este forense no sintió arcadas, sino "asombro". Y aquí aparecería el segundo mandamiento de los forenses: "Ante un cadáver hay que ser minucioso y científico", afirma, para insistir en que el proceso se parece al que tiene lugar en un quirófano más que "en una carnicería", con "instrumental y ténicas muy depuradas". Al final, reconoce, "dejas de ver un cuerpo para concentrarte en los detalles". Con todo, reconoce que hay excepciones y que a día de hoy le sigue afectando trabajar con niños.

Pero trabajar con precisión y minuciosidad no es la única razón. El objetivo final del forense es lograr un informe que ayude al juez a esclarecer el caso. Estos dictámenes, asevera, "tienen mucho peso en el juicio". "Cuando piensas en para qué es lo que estás haciendo no resulta desagradable", asegura Benito López de Abajo, quien reitera que, una vez que entran estos especialistas en acción y atan cabos, los sospechosos "suelen cantar de plano". Y pone como ejemplo a un hombre que intentó hacer pasar la muerte de su mujer como un accidente. No cayó en la cuenta de que los análisis de los forenses revelaron que había sido estrangulada antes de morir quemada. Una vez puesto entre la espada y la pared, el supuesto autor del delito confesó. Desgraciadamente para los culpables, y tal y como afirma este especialista, "el crimen perfecto no existe, aunque las circunstancias puedan hacer difícil su resolución".