Con quince años, Ulpiano Benito Piña (A Cañiza-Pontevedra, 1885) abandonó Galicia para buscarse la vida, en plena adolescencia, en la próspera isla caribeña. "Él quería trabajar. Encontró un puesto de dependiente en una farmacia. La dueña, al ver que era eficiente y listo, lo animó a estudiar Farmacia allí", recuerda desde la casa de los Piña en Tui uno de sus nietos, Alberto Estévez Piña, escritor, periodista y empresario nacido durante la Guerra Civil Española.

Los deseos de la farmacéutica cubana se cumplieron. En 1918, Ulpiano Benito aprobó el Bachillerato en el Instituto de Segunda Enseñanza de Matanzas y, al año siguiente, se matriculó en la Facultad de Farmacia de la Universidad de La Habana, obteniendo el título de Doctor en 1921. "Regresó a Galicia, revalidó el título de Farmacia en Madrid y montó un gran laboratorio farmacéutico en Tui, de más de 500 metros cuadrados. Se casó con mi abuela, Dolores Piña, una señora enferma. De este matrimonio tuvo tres hijos, entre ellos, mi madre, Lolita Piña. Cuando mi abuela se murió se volvió a casar y tuvo otra hija, que ahora vive en Nueva York, y un hijo, residente en la Habana", narra Estévez Piña.

Pero la fortuna del imperio tudense de los medicamentos duraría poco tiempo. Al estallar la Guerra Civil, Ulpiano Benito, que había tomado parte en la vida política local de Tui desde posiciones republicanas y liberales, tuvo que huir. "Si no se llega a escapar lo matan, como a dos compañeros médicos que fusilaron aquí. Se fugó con el doctor Losada a Portugal. En Lisboa les ayudó un familiar, que les buscó un barco para refugiarse en Francia. El médico Losada regresó a España para combatir en la guerra en el bando republicano y mi abuelo zarpó para Cuba, por segunda vez, y nunca más regresó", explica Estévez Piña, que mantiene grabada en su memoria la historia del saqueo de sus propiedades en Tui. "Cuando empezó la guerra saquearon la farmacia y el Estado montó en su lugar la Escuela de Auxilio Social. La casa de abuelo, que estaba encima, fue ocupada por el capitán militar destinado a Tui, y otra casa que teníamos al lado, fue tomada por el jefe de la falange en la zona. Además, nos pusieron una multa de 500.000 pesetas, en concepto de sanción política, una cuantía desorbitada; la más elevada impuesta por el Estado. Por poner un ejemplo, el Pazo de Meirás, que se le regaló a Franco, se valoró en 400.000 pesetas en aquel entonces. La multa, que fue puesta por la rabia de no encontrar al abuelo, estoy convencido, nos ayudó a pagarla el tío de Lisboa. Las tropas no sabían en dónde estaba. A mamá, a la que arrebataron su piano para colocarlo en el teatro de Tui como castigo por ser hija de republicano, las tropas le preguntaban continuamente dónde estaba Ulpiano. Ella les decía que no sabía y que, aunque lo supiera, no se lo diría. Lo recuerdo perfectamente", subraya Estévez.

El farmacéutico de A Cañiza encontró su refugio definitivo, lejos de la represión, en el archipiélago caribeño. A finales de los años treinta, montó una farmacia en Baracoa y otra en Puriales de Caujerí, en San Antonio del Sur. Falleció en La Habana en 1972 y su lápida permanece en el Cementerio de Cristóbal Colón. En Tui se han quedado los recuerdos. Para honrar la memoria de Ulpiano, sus bisnietos (hijos de Antonio Estévez) trabajan en "La Botica del Abuelo": un restaurante ubicado en Tui en donde yace la máquina registradora de la farmacia saqueada por la falange en 1936.