El teléfono no para de sonar durante toda la conversación. Una hora larga en la que el nuevo conselleiro de Educación no pierde ni la sonrisa, ni la vehemencia en sus explicaciones. Hasta el equipo que le antecedió reconoce en petit comité la buena impresión que le causó durante el traspaso. “Llámame Jesús”, solicita. La capacidad de diálogo con la que también le presentan no le vendrá mal para ponerse con las no pocas patatas calientes que tiene. Para todas pide “libertad”. A la hora de elegir la lengua, la escolarización en colegios que segregan alumnos por sexo, hasta para cursar o no Educación para la Ciudadanía, un asunto con el que es más explícito sin romper con la prudencia con la que pide que se le mida. De momento. Se queda sin fin de semana. Reunión de equipo y primeras decisiones. Sólo hará un paréntesis para ir a comer con su madre a Ourense.

-Lo que dice la FAES sobre el proceso de normalización lingüística en Galicia, que es una “extravagancia”...

-Me gustaría leer el informe. En todo caso, la palabra “extravagante” no me gusta.

-Reconoce que sus propuestas sobre la lengua en la enseñanza les ha “prestado” votos. ¿Eso no hipoteca la gestión?

-Tenemos un compromiso y lo vamos a cumplir. Soy gallego por los cuatro costados. Amo a Galicia. En el partido nos identificamos con una lengua, el gallego, pero reconocemos también que formamos parte de un territorio y no se puede imponer ni por un lado ni por el otro. Ése fue el problema que creó el Gobierno saliente que, literalmente, pasó el rodillo.

-¿Cree realmente que existe esa imposición? El decreto sale de un plan de normalización pactado entre los tres partidos.

-La ciudadanía lo ha dicho. Una persona se puede equivocar, cuando se habla de miles, no. Conozco muchos ejemplos de situaciones en las que se imparte en castellano sólo una asignatura.

-¿En colegios públicos?

-Sí. Hay que buscar una postura conciliadora, con la base de que tenemos dos lenguas y que hay que ir a más, a tener competencias lingüísticas en una tercera, el inglés. La educación debe evolucionar con la sociedad.

-Es decir, que la fórmula de mitad y mitad, no vale.

-La clave es el trilingüismo. He visto ejemplos en otras comunidades en las que no tienen un idioma propio como nosotros -y querido, además- y ya sólo con dos lenguas el proyecto lleva tiempo y necesita el respaldo de los propios centros.

-¿Y mientras tanto?

-Hay que trabajar en el nuevo decreto. Ahí es dónde me gustaría que hubiera consenso. O por lo menos, mayoritario. Soy consciente de que no todo el mundo estará de acuerdo.

-¿Es una opción separar a los alumnos por clase en función de la lengua elegida?

-La opción no es apartarse de ninguno de los idiomas que tenemos y de nuestra riqueza. No comparto lo de separar sistemáticamente a un niño de lo que también es su riqueza. Los padres tienen derecho a elegir el idioma vehicular, pero eso tampoco significa que puedan establecer que un niño no tenga lengua en castellano o nada en gallego. No es eso. Habrá que buscar una solución que no reste competencias lingüísticas a nuestros alumnos.

-La polémica de la segregación, pero por sexos, le espera encima de su nueva mesa.

-Es una de las primeras decisiones que hay que mirar, la revisión de los conciertos, que no dependerá sólo de mí.

-¿De quién dependerá?

-Tendremos que echar mano de la asesoría jurídica. Hay que ajustarse a la legalidad. Si es discriminación, se tomará una decisión; si no lo es porque la oferta en estos centros se hace de manera pública, evidentemente la decisión será otra.

-¿Y usted qué piensa de que se separen alumnos por sexo?

-Yo estudié en colegios públicos y mixtos.

-Eso se puede interpretar de muchas formas.

-Los padres tienen derecho a elegir los centros. Debe de haber libertad.

-¿Ahí no se pierde esa riqueza de la que habla, como en el el caso de la lengua?

-Si tuviera hijos, no tendría ningún inconveniente en adoptar una postura. Pero, repito, estamos hablando de libertad y...

-¿Cuál sería esa postura?

-Me lo pone difícil. Ahora te diría una y si tuviera hijos a lo mejor sería otra. Mis hermanos me lo dicen: “¡Cómo se nota que no tienes hijos!”. Me gusta ser prudente en estos temas.

-¿Va a ver un cambio en las respuestas de la Xunta a las objeciones a Educación para la Ciudadanía?

-Creo que muchos valores deben enseñarse en familia y otros de forma transversal, pero no pueden trabajarse con el alumno en dos o tres horas. Dudo que sea eficaz. Cuando además hay otros temas que son prioritarios para la formación de ese alumno. Ser buena persona no se enseña en una asignatura concreta. Y los padres, aquí también, tienen derecho a elegir.

-Lo que ocurre es que hay sentencias de por medio que no amparan la objeción.

-Sí, es cierto, pero también hay sentencias que lanzan un aviso: ojo con los contenidos. Yo no me opongo a la asignatura, pero dudo de la validez que se le intenta dar por una parte de la sociedad.

-¿Conseguirá el Plan Bolonia acercar el mercado laboral a la Universidad?

-Soy muy crítico, no con el plan, sino con su gestión. Las universidades han hecho un gran esfuerzo, pero el Gobierno central ha fracasado, con un retraso enorme con los decretos, como el del grado. Bolonia es positivo y animo a que todo el mundo lo vea así, sobre todo el alumnado.

-¿Galicia llegará a tiempo con la adaptación?

-No. Ni aquí ni en el resto de España, pero las universidades tendrán todo nuestro apoyo.

-Los rectores le esperan para hablar de financiación. Sin más retrasos y con la demanda de más fondos en plena crisis.

-La universidad gallega necesita fondos. Hay que revisar las cuentas. Estamos en una situación difícil y habrá que priorizar el gasto, y los rectores son conscientes.

-¿Es realista pensar en una segunda facultad de Medicina en Galicia?

-Una facultad de Medicina necesita fondos, expertos y no se puede crear por crear, sin tener en cuenta que estamos formando nada más y nada menos que médicos. Algo fundamental. Una facultad de Medicina no es un edificio. Es evidente que existe carencia de médicos, pero vamos a primar la eficencia y la eficacia por encima de cualquier otra situación.

-¿Mejor ampliar plazas?

-Hay que abordarlo a fondo con la propia facultad, los rectores y la Consellería de Sanidade.

-¿Para cuándo las oposiciones de enseñanza?

-Será una de nuestras primeras decisiones.

-Los sustitutos e interinos, ¿seguirán sin hacer la última prueba?

-Es una cuestión muy puntual que se examinará cuando todo el equipo esté a punto.

-Con 20 y pocos años subdirector de una escuela universitaria. Con 38 años, decano. Con 41, conselleiro. En su caso, la edad no es un hándicap.

-He sido una persona muy afortunada. Muy afortunada. Intento ver todo con optimismo. He tenido suerte tanto en mis estudios, como en mi trayectoria personal. El paso por el Banco Gallego fue importantísimo, los dos años como decano de Económicas en Ourense fueron maravillosos y este año, tuve la suerte de que el partido me ofreció ir de número dos por Ourense, de que Soraya Sáenz de Santamaría se fijara en mí y ser portavoz nacional de universidad. Y ahora el presidente me llama para esto.

-Usted habla de afortunado. En su partido y en su entorno, de honesto, leal, trabajador, dialogante, positivo... Lo curioso es que entre sus adversarios del PSOE también hay alabanzas así.

-Diría que también alguna gente del Bloque, ¿no? [Risas]. Tengo grandes amigos en el Bloque. Tengo mis defectos.

-No le voy a preguntar cúales son.

-Soy hiperactivo e intento casi siempre llevar a la gente a mi ritmo.

-Dice que no le gusta salir en las fotos. ¡Pues la que le viene encima!

-Sí. Supongo que es una de las cuestiones a las que te tienes que acostumbrar.

-Como a quitarle tiempo a sus grandes aficiones, como la cocina.

-Me gusta cocinar. Soy hijo de padres divorciados. Vivía con mi madre, que tenía que trabajar muchas horas para poderme mantener -y lo digo con orgullo- y darme estudios. Ella salía a las tres y pico, yo entraba en clases a la cuatro, cruzaba todo Santiago y tenía que prepararme yo la comida. Desde entonces le he cogido cariño a la cocina. Aunque quizás le guste menos a quien dejo en casa.