“Mi padre era un hombre robusto. Por su altura, lo pusieron en el cañón de popa. Nada más echar la primera ráfaga el [crucero franquista] Canarias, lo pilló en todo el vientre”. Francisco Fernández García, de Mugardos, tripulante del bou armado Nabarra hundido el 5 de marzo de 1937, fue el primer pescador convertido en soldado que cayó en la batalla de Matxitxako. En un año, la Marina de Guerra Auxiliar de Euskadi -creada para ayudar a la Armada Republicana- sufrió un total de bajas, entre ellos cinco gallegos.

La hija del coruñés Francisco Fernández, Paqui, nació un mes y medio después de que él falleciera en el combate entre el Canarias y un grupo de pesqueros vascos en las costas de Vizcaya. En su casa, apenas se hablaba de lo ocurrido. “No fue hasta hace cuarenta años cuando me enteré cómo había fallecido. Hasta entonces sólo sabía que había muerto en la batalla de Matxitxako, pero desconocía las circunstancias en las que se había producido la batalla”, relata Francisca desde la localidad guipuzcoana de Pasajes.

Francisco Fernández era uno de 83 gallegos que se alistaron voluntariamente en la Marina Auxiliar vasca, creada en octubre de 1936 por el Gobierno de Euskadi para ayudar a las fuerzas navales republicanas a proteger el tráfico marítimo y la actividad pesquera y mantener libres de minas submarinas los accesos a los puertos vascos. Después de los vizcaínos y los guipuzcoanos, los gallegos formaban el grupo más numeroso de los 900 voluntarios de la Marina vasca, en torno al 10%.

Unos por convicción, otros por supervivencia, más de 3.000 civiles de entre 16 y 60 años se presentaron voluntarios a este cuerpo militar. La mayoría procedían del grupo que trabajaba en la flota pesquera de Pasajes y que se refugiaron en Bilbao al caer Guipúzcoa.

Capitanes, pilotos, patrones, maquinistas, fogoneros... Todos podían alistarse. El único requisito que se exigía era haberse dedicado a la navegación mercante o a la pesca de altura o bajura durante un periodo mínimo de seis meses. Todos los integrantes de la Marina Auxiliar eran personal civil, bien procedente de la Marina Mercante o de la Marina de Pesca. Salvo dos casos. Los dos eran gallegos: Francisco López Rico, de Ferrol, y Gerardo Rico, de Neda, cabos de artillería que procedían de la Armada. Ambos se sublevaron en el bou franquista Virgen del Carmen el 6 de diciembre del año 36 y pasaron a la Marina Republicana.

Inicialmente fueron seleccionados unos 350 hombres, pero llegaron a ser más de 900 durante el año que estuvo operativa la unidad (de octubre del 36 a octubre del 37). Aunque tenían una especie de uniforme -un mono de faena y chaquetón, pantalón, botas de pescador y boina oscura para paseo- no llevaban insignias ni galones. El grueso del Voluntariado del Mar lo formaban pescadores de los puertos vascos -más de la mitad de Vizcaya, en torno al 11% de Bermeo, más de la cuarta parte de Guipúzcoa-. De Pasajes, localidad guipuzcoana de la que se hablaba como gallega por la emigración allí asentada, llegaron la mayoría de voluntarios de Galicia. Más de la mitad (un total de 45) eran de la provincia de A Coruña, la mayoría de Corme, Mugardos y Ferrol. De Vigo, Redondela, Cangas y Marín, otros 21 pescadores se alistaron en la Marina Auxiliar vasca. En el caso de Lugo, fueron dos los hombres que pasaron a formar parte de la unidad vasca. Otros 15 voluntarios gallegos participaron en las operaciones de la Marina Auxiliar de Euskadi, aunque de estos se desconoce de dónde eran ya que, la Jefatura Marina de Guerra recoge en su ficha personal “Galicia” como “provincia” de origen.

En casi todos los bacaladeros convertidos en buques de guerra, había gallegos. Tanto entre los tripulantes de los pesqueros dotados de artillería para servicios de vigilancia y escolta (conocidos como bous armados), como en aquellos con aparejos para el rastreo de minas submarinas (dragaminas). Para la batalla por el dominio del mar, los buques fueron pintados de color gris aplomado y llevaban en sus costados la inicial de su nombre o el número correspondiente. Con la ikurriña izada a proa y la bandera tricolor republicana a popa, las embarcaciones de la Marina Auxiliar escoltaron durante un año buques mercantes y rastrearon de minas las aguas vascas.

La mayoría de los pesqueros procedían de la flota de Pasajes. Allí tenían también su base algunas parejas de arrastre de armadores gallegos como las Domayo y Mourisca, del vigués Juan Velasco Gutiérrez, y las Nuevo Constante y Constante Barreiro, de Juan Freire Barreiro, de Bouzas. Los cuatro pesqueros fueron transformados en dragaminas. También fue incorporado a la Marina vasca un bou artillado, el Donostia, que antes de la guerra era el Guimerá, de Gumersindo Roura Teixidor, de A Coruña. El Donostia fue otro de los protagonistas del combate de Matxitxako. Entre sus tripulantes estaban el patrón coruñés Aurelio Centeno Chaus, el maquinista Antonio Sánchez Ferrol, de Pobra de Caramiñal y los cabos de artillería Francisco López Rico, de Ferrol, y Gerardo Rico López, de Neda.

En la Marina Auxiliar había voluntarios de todo el abanico político. El 57% pertenecía a Solidaridad de Trabajadores Vascos o al PNV, el 19% era de UGT o del PSOE y porcentajes menores estaban afiliados a la CNT, ANV, Izquierda Republicana o el Partido Comunista. Un 10% no estaba militaba en ningún partido o se desconocía su afiliación. En el caso de los gallegos, la práctica totalidad estaban afiliados a UGT y la CNT.

“Fue un hecho consciente que hubiera distinción ideológica en todas las embarcaciones. Cuando el comandante de un bou armado era nacionalista, el primer oficial no lo era. Y viceversa”, dice el historiador navarro Juan Pardo San Gil, autor de la web marinavasca.eu/es/ de la Diputación de Guipúzcoa.

De las 62 bajas contabilizadas en el año de operatividad de esta fuerza naval, cinco eran gallegos. Victor Cruz López, de Bouzas, murió al hundirse el bou Goizeko-Izarra cuando colisionó con una mina en Bilbao (17-01-37); Manuel Basante Rodet, de San Ciprián, y Tomás Blades Chaus, de Corme, en el hundimiento del dragaminas Mari-Toya, al chocaron otra mina al día siguiente, y Francisco Fernández García, de Mugardos, y Antonio Álvarez Domínguez, de Pontevedra, tripulantes del bou Nabarra, durante la batalla de Matxitxako (5-3-37) en un combate contra el crucero franquista Canarias.

Tras la caída de Bilbao, en junio de 1937, los buques de la Marina vasca pasaron a Santander y en su mayoría fueron transferidos a la Marina republicana, con sus tripulaciones. Las escuadrillas participaron en la limpieza de los campos de minas sembrados frente a Santander, Gijón y Avilés y, en octubre del 37, al finalizar la guerra en el Norte, los barcos se refugiaron en Francia. Muchos de los gallegos que sirvieron en la Marina Auxiliar ingresaron en la Marina Republicana y algunos entraron en la Flotilla del cuerpo de Carabineros, como Antonio Sánchez Ferrol, de Pobra do Caramiñal o Manuel García Diz, de Marín. Todos combatieron al lado de la República hasta terminada la contienda. 70 años después, sus familias dan voz a la historia que esos pescadores convertidos en soldados del mar hoy no pueden contar.