Beatriz González es una experta en temas vinculados a la economía de la salud. Es miembro del Consejo Asesor de Sanidad y ha participado, entre otros, en estudios sobre la demanda de médicos en España, el consumo de tabaco o el uso apropiado de medicamentos en atención primaria. Ayer ofreció una ponencia en Santiago sobre los efectos de la crisis económica sobre la salud.

-La crisis influye en la salud, asegura. ¿De qué manera y de qué depende?

-Los efectos van a depender de la intensidad de la crisis, su duración y las políticas que se hagan. Las políticas sociales asociadas al Estado de bienestar pueden aliviar o mitigar o impedir que haya efectos a largo plazo de la crisis sobre la salud.

-¿Se refiere a que habrá más depresiones, por ejemplo?

-Por ejemplo. Pero para que un problema de salud mental se traduzca en un aumento de suicidios la crisis tiene que ser muy duradera y muy intensa y tiene que ocurrir que el Estado de bienestar no esté ahí y que estos desempleados no tengan prestaciones por desempleo u oportunidades de formación. Hubo crisis económicas que tuvieron un impacto bestial sobre la salud, por ejemplo, en Rusia de 1990 a 1994, la esperanza de vida de los hombres bajó en cinco años y la mortalidad aumentó un 30%. Las causas de mortalidad eran suicidios, homicidios, envenenamientos, pero sobre todo había muertes por alcohol o por droga. En Finlandia, también hubo una crisis esos años, pero allí había Estado de bienestar y la crisis no tuvo esos efectos.

-¿Qué sectores de la población le preocupan más?

-Lo que más me preocupa de la crisis, sobre todo si dura, y parece que sí, es el empobrecimiento por debajo del umbral de pobreza de muchas familias por el efecto que puede tener sobre los niños. Porque lo que ocurre en la infancia -tener mala salud o familia pobre o no educarte bien- repercute de adulto. Lo que más me preocuparía es no ser capaces de cuidar a esas familias y también que el desempleo de los jóvenes no se use para que se formen mejor, sino que acaben en la calle, en la marginalidad. Este tipo de problemas se puede encauzar con un buen Estado del bienestar y afortunadamente en España estamos bien. Yo no estaría particularmente preocupada.

-No se necesitarían más especialistas entonces.

-Paradójicamente para evitar el efecto nocivo de la crisis sobre la salud no se debe invertir en el sistema sanitario, sino en política social. Insisto en lo de los niños. Conviene vigilar para que la educación no se desatienda porque tiene un efecto enorme sobre la salud: las personas universitarias son productores más eficientes de salud y van a ser más sanos toda su vida.

-¿Qué opina de la pretensión de la Xunta de incluir en la ley de drogodependencias el vino?

-Elena salgado intentó sacar una ley del alcohol. No le funcionó. Tuvo que retirarla por la presión de muchos intereses, pero, sobre todo, porque no consiguió explicar que era una ley de prevención para que los niños no se engancharan al alcohol y no para reprimir a los adultos que beben vino tranquilamente

-El sector critica que se incluya el vino con las otras drogas.

-Le pasó a Salgado y a Aznar porque España es un país mediterráneo y productor de vino y en Galicia, con el vino de las Rías Baixas tan bueno, de mi tierra, es muy fuerte decir que el vino entra en esa categoría. Mi impresión es que la sociedad no está madura en absoluto para tragarse esto. Y más en un país que es productor de vino, donde el vino es una cultura y genera puestos de trabajo y la enología es carrera universitaria y las bodegas no son plantaciones de marihuana. Mi impresión es que va a haber una fortísima oposición, no sólo de la industria, sino de la sociedad en general.