A la espera. Todos a la espera. Los que contestan y los que prefieren mantenerse callados y ni siquiera comentar en privado cómo están viviendo la recta final de un reparto que puede cambiar, y mucho, la evolución de su negocio. Entre los promotores que optan a hacerse con un trozo de la tarta en la explotación de la potencia eólica que se instalará en Galicia hasta 2012, tanto grandes inversores como empresarios más pequeños, particulares incluso, existe ya cierta sensación de que el proceso se le ha venido "grande" a la Consellería de Innovación. "Como una bola de nieve que ha ido creciendo a medida que se iban cumpliendo plazos y que se avanzaban probables fechas", explica el responsable de una de las sociedades participantes en el concurso. "Calma chicha", añade otro, en vísperas de las noticias y titulares que encumbren a los ganadores, como los grandes shows de la televisión. "No es para menos -apunta un alto cargo de una compañía energética con interes eólicos en Galicia-, hay muchos millones en juego".

Y tantos. Entre los parques que salgan de la subasta y los planes industriales vinculados a la cuota de megavatios (MW), el macroconcurso moverá más de 5.000 millones de euros. Un antídoto para la crisis económica, sobre todo si se tiene en cuenta que los trámites administrativos para los ganadores se prolongarán durante el próximo año, quizás algunos meses más de 2010, y que en 2011 podrían empezar a funcionar los primeros. El nuevo impulso a la actividad energética en la comunidad, un sector en el que Galicia sí puede presumir de ser un líder mundial.

"En todo caso -señala uno de los promotores- no se debe olvidar de que aquí se ha abierto la mano a todos los que quisieran participar siempre que presentaran garantías". En la resolución, que hoy tiene que firmar el conselleiro de Innovación, Fernando Blanco, para cumplir con los plazos establecidos en el reglamento y la orden que su departamento sacó para reformar el aprovechamiento del viento, se verán las consecuencias. De nuevo ayer en el sector se hablaba en voz baja de lo que puede llegar tras la calma chicha: el enfado de los que se queden con las manos vacías, el inconformismo de los que reciban menos de lo que piden y una posible batalla judicial de los que ven el proceso "poco claro".