Todas sus quejas empiezan con una palabra:_más. Más recursos financieros, más profesionales y más formados, más centros ocupacionales... Este adverbio unifica las dispares opiniones de los padres de niños y adolescentes que sufren algún tipo de discapacidad, algunos de los cuales confiesan que, a pesar de todas las mejoras, se sienten aún olvidados por los poderes públicos.

Y eso en un momento en el que la Consellería de Educación prepara un decreto para reformar la atención a las necesidades educativas especiales donde se propone concentrar en un centro por comarca, un colegio normal, pero de referencia, a los niños con alguna discapacidad. Un anuncio que, por otra parte, no levanta entusiasmo entre los padres, quienes lo someten a un prudencial "depende" en función de los recursos humanos y materiales.

Sus hijos dependen, según aseguran los progenitores, de dar con un buen centro atendido por buenos profesionales. Y cuando lo encuentran todos usan la misma expresión para describir la dicha que les embarga: " hemos tenido buena suerte". Así se sienten al menos los padres de los niños escolarizados en el Centro de Educación Infantil y Primaria Vilaverde, en Pontevedra, así como las familias de los de los menores que acuden al Centro de Educación Especial de Vilagarcía, que derrochan alabanzas al hablar de estas escuelas.

"El de Vilaverde es un colegio especial en todos los sentidos, a pesar de que no sea un centro de educación especial. Estoy encantada. Claro que tiene un director excepcional, que se involucra muchísimo", en alusión a Victoriano Vidal. El entusiasmo lo muestra Monsterrat Prado, madre de Marcos, un niño de 4 años diagnosticado de parálisis cerebral. Beatriz Piquenque, madre de Candela, también de 4 años y aquejada del síndrome de Apert -una malformación de tipo genético- suscribe a la anterior cuando dice que su pequeña "va encantada al colegio".

Estas dos mujeres prefieren que sus hijos vayan a un centro ordinario. Montserrat argumenta que estar con otros niños que hacen vida normal "empuja a Marcos a seguir luchando" para recuperar del todo su movilidad. "Como vive dentro de la normalidad, él también tiende a la normalidad", argumenta. Lo mismo opina Beatriz, quien dice que Candela es una niña inteligente, con una "comprensión total" y que esté con otros niños que le hablan, la va a empujar a hablarles, "a contestarles".

No obstante, si a los padres de los más pequeños les gusta que sus hijos estén integrados en centros normales, como los demás niños, los progenitores de los adolescentes prefieren instituciones específicas donde haya un personal bien formado para su trabajo y que pueda dedicarles más tiempo y cuidados a sus hijos, algo que echan de menos en los colegios habituales.

Ése es el caso de Elvira Moldes, madre de Sonia, una chica de 19 años con síndrome de Down y cuyas actividades, viajar a Baleares, ir al cine y al teatro o comerse una hamburguesa, no difieren de las habituales de los jóvenes de su edad. Elvira, cuya hija estuvo hasta el instituto en centros ordinarios, prefiere el centro de educación especial de Vilagarcía. "Desde que va allí estoy encantada. Allí saben cómo tratarla, cómo trabajar con ella, se trata de gente que se organiza de otro modo", explica. Es más, llega a añadir que, si volviera "atrás" habría escogido educarla en un centro especial cuando acabó Primaria. "Es cierto que son personas como las demás, pero hay que atenderlos de otro modo porque son especiales. Son otro mundo, que no conocemos", argumenta.

"Está bien que puedan integrarse en colegios ordinarios, pero tiene que haber educación especial con formación específica", añade Juan López, su marido. No obstante, el presente de su hija no preocupa a Elvira tanto como su futuro. Por eso demanda, gobierne quien gobierne, más atención y más centros ocupacionales.

Carmen Vicente, madre de Alberto, un chico de 18 años que padece una enfermedad desconocida que le provoca problemas de retraso psicomotriz y psíquicos, también mantuvo a su pequeño en un colegio normal hasta los 14 años, pero ahora que está en Vilagarcía asegura que se halla "estupendamente" y que "los profesores están muy bien preparados". "En un colegio ordinario hay muy poca atención a estos chiquillos ", explica.

No obstante, ni siquiera en Vilagarcía, donde Sonia o Alberto son felices, el mundo es perfecto. Los progenitores de los chicos que acuden al centro dirigido por Xosé Luis Queiruga reconocen que hay carencias y asumen como propia la petición de su director, que lleva 15 años reivindicando un fisioterapeuta, que considera imprescindible para ayudar a los que padecen problemas psicomotrices.