Un total de 142 radares vigilan que los conductores gallegos no se pasen de velocidad al circular. Los dispositivos se reparten en las cuatro provincias, aunque de un modo irregular, y controlan autovías, autopistas y otras carreteras. Los vehículos de A Coruña son los que más veces tienen que pasar la prueba. En total, en esta provincia se sitúan 49 radares, frente a Pontevedra, donde son 43. Lugo, con 34 dispositivos, y especialmente Ourense, con 16, son las zonas con menor vigilancia en tema de velocidad. Más de la mitad de los radares se ubican en tramos de vías donde el límite de velocidad está fijado en 50 kilómetros por hora. Así, el 57 por ciento (un total de 81) controlan que los vehículos que circulan por las carreteras limiten su circulación a las restricciones de velocidad que rigen en núcleos urbanos.

No obstante, las autopistas y autovías, donde el tope genérico de velocidad es el más amplio, cuentan con una vigilancia menos severa. De hecho, sólo 20, del total de 142 radares, se encuentran situados en esta clase de infraestructuras. Y de éstos, son 12 los que supervisan que los conductores no se pasen de los 120 kilómetros por hora, mientras que los 8 restantes están en tramos de estas vías donde rigen otras restricciones de velocidad. Con diferencia, es la AP-9 la autopista gallega con mayor número de radares, ya que cuenta con ocho. La siguiente vía de estas características con mayor número de radares, la A-52, tiene la mitad de dispositivos para controlar la velocidad, un total de cuatro. Por su parte, el ranking de las carreteras con más dispositivos para controlar la velocidad está liderado por la N-634, seguida por la N-550 y la N-VI.

El control de la velocidad, además de otras precauciones al volante, son un caballo de batalla del Gobierno para evitar datos como el registrado este puente en Galicia, durante el que murieron seis personas en accidentes de tráfico. De todos modos, la conselleira de Política Territorial, María José Caride, insistió que, a pesar del mal dato, en lo que va de año se redujo el número de accidentes en un 20 por ciento con respecto al 2007. Lo que supone, a su juicio, un buen paso para alcanzar el objetivo marcado para 2010, de hacer disminuir la cifra de siniestros en un 40 por ciento. Además, Caride lamentó la muerte de los dos jóvenes de Ourense y apostó por evitar que se repitan casos de estas características.