Figueirido ofreció una dolorosa despedida a los dos últimos fallecidos en Afganistán. El cuartel del Ejército cambió ayer su rutina para acoger el multitudinario y sobrio funeral por el cabo vigués Rubén Alonso Ríos y el brigada asturiano Andrés Suárez García, víctimas de un atentado suicida que les costó la vida el pasado domingo. Un acto que precedió a la condecoración a título póstumo de ambos militares y en el que la indignación y el silencio, sólo quebrado por los llantos, se apoderó de los familiares y allegados de las víctimas. "Cuando se siembra, paz, ayuda y democracia, ¿cómo recibir esta recompensa?". Con esas palabras el arzobispo castrense ponía voz a un sentimiento de impotencia y resignación, y rindió homenaje a todos los militares fallecidos en defensa de valores "beneficiosos para la humanidad".

Horas antes, la base pontevedresa amaneció envuelta en una fría humedad, que hacía más insoportable el dolor de los familiares, amigos y compañeros de los fallecidos. Los cuerpos de los soldados permanecían en la capilla ardiente, que quedó instalada poco tiempo después del aterrizaje del Airbus de las Fuerzas Armadas que les repatrió. Minutos antes del mediodía, la incorporación de la Fuerza y de la Bandera del regimiento Isabel la Católica número 19 pusieron en marcha el acto de honras fúnebres.

Los familiares se sentaron a la derecha del altar, situado ante el Monumento a los Caídos. Enfrente, a unos 50 metros, se ubicaron las autoridades civiles y militares. Los últimos en hacerlo fueron los Príncipes de Asturias. Tras ellos, los compañeros del cabo Alonso y el brigada Suárez condujeron a hombros los restos mortales, cubiertos con la bandera de España, hasta el altar al ritmo de la marcha fúnebre.

El arzobispo castrense Juan del Río trataba de calmar el profundo desánimo. "Aquí, en Galicia, todo el mundo os quiere consolar, hombres y mujeres de buena voluntad, queremos daros lo mejor que tenemos, el sentimiento, la cercanía y el afecto", dirigió sus palabras hacia la zona en donde se situaban familia y amigos. Del Río también se refirió a la sensación de impotencia que compartían todos los congregados, "porque cuando se siembra ayuda humanitaria, valores democráticos, libertad y paz, si todo ¡es bueno para la sociedad, ¿cómo recibir esta recompensa?".

Al término del acto litúrgico, llegó el momento de las condecoraciones. El heredero de la Corona, vestido con el uniforme de comandante del Ejército de Tierra, impuso sobre las boinas negras de la Brilat, colocadas en los dos féretros, las Cruces al Mérito Militar con color rojo. Es la distinción que se concede a los fallecidos por ataques en misiones militares, mientras que sus compañeros les honraron con el himno "La muerte no es el final". Asimismo, el jefe accidental de la Brilat, coronel Emilio Sarabia, fue el encargado de entregar a las viudas de los dos fallecidos las boinas de sus difuntos y las medallas.

Nuevamente los miembros de las instalaciones de Figueirido retiraban, visiblemente afectados, ambos ataúdes. Les seguían las viudas y familiares, al tiempo que salían del patrio central del complejo. Un camino en el que retumbaba el sonido de las máximas militares que hacían hincapié en el servicio a la patria, hasta la muerte en su defensa y en la de los valores que tratan de instaurar en Afganistán, misión en la que por tercera vez tienen que lamentar bajas.

A la ceremonia, además de los representantes de la Casa Real, asistieron numerosas personalidades de la política y el Ejército. Entre otros, el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero; el presidente del Congreso, José Bono; el presidente de la Xunta, Emilio Pérez Touriño; el presidente del PP, Mariano Rajoy. Junto a la ministra de Defensa, Carmen Chacón, se situaron diversos cargos de su departamento, como el jefe del Estado Mayor de Defensa, Julio José Rodríguez, y el secretario de Estado de Defensa, Constantino Méndez.

Por otra parte, entre los compañeros de los fallecidos, pertenecientes al arma de Artillería, hubo cierto malestar ya que sus superiores decidieron no suspender la salida hacia León para realizar labores de entrenamiento, lo que les impidió asistir al funeral. Al mismo tiempo, el Ejército se está encontrando con dificultades para cubrir las seis bajas que causó el atentado, entre víctimas mortales y gemidos, ante la falta de voluntarios.