Con 37 años cumplidos en agosto, las reformas más importantes de la Administración mexicana entre las manos y una década de intensa vida política, Juan Camilo Mouriño Terrazo era de los que no se ponían techos. "Las cosas se han ido dando", aseguraba. En la intimidad, discreto también, sin enemigos conocidos y luchador, como buen descendiente de emigrantes, de los que alababa su valentía para arriesgarlo todo y empezar de cero en un lugar desconocido. Sólo la mala suerte, la tragedia -si finalmente se confirma que el accidente no se debió a un atentado-, pudo frenar la meteórica carrera del actual Jefe de Gobernación de México, la leal mano derecha del presidente,_Felipe Calderón, y en el que muchos veían el líder natural para el cambio de generación en el Partido Acción Nacional, el PAN.

Sus intensos ojos verdes miraban al futuro para "construir un México mejor". La idea con la que se abrió paso en la política en 1997 animado por su padre, Carlos Mouriño, todo un experto en las relaciones con los partidos para navegar sin problemas con su imperio empresarial, el Grupo Energético del Noroeste, con 35 gasolineras repartidas por todo el país, además de franquicias de alimentación tan conocidas como Burger King, Benedetti´s Pizza o los helados Baskin Robins .

Iván, como le llamaban en casa, se convirtió desde el estado de Campeche en el diputado local más joven. Tenía 26 años. No tardó en escalar a la batalla nacional y hacer buenas migas con otro diputado prometedor, Felipe Calderón, que aprovecha el brillante currículum del joven -licenciado en Economía por la Universidad de Tampa (Florida) y especialidad en Finanzas por la de Campeche- y su conocimiento del sector para ficharlo de colaborador en la Comisión de la Energía.

Esta relación marcaría para siempre el futuro profesional de Mouriño Terrazo, que tras su frustrado intento de hacerse con la alcaldía de Campeche y la gestión de la Subsecretaría de Electricidad, se pasa a la precampaña electoral primero y la campaña después de Calderón. Las coordina. El éxito lo mete de lleno en el Ejecutivo del actual presidente mexicano, donde dirigía las profundas reformas a través de la Oficina de la Presidencia y desde el pasado enero, como secretario de Gobernación, el equivalente en España al Ministerio del Interior y la Vicepresidencia. Especialmente en materia de seguridad pública -para la historia deja su lucha contra el narcotráfico y la detención de líder rebelde del estado de Oaxaca-, la vieja aspiración del país que vivió en primera persona, víctima de un secuestro en los noventa. Sus captores lo tuvieron una semana de manos atadas y los ojos vendados hasta que su padre pagó un millonario rescate.

Casado con Marigeli Escalante, hija de un poderoso constructor mexicano, Juan Camilo era padre de tres hijos de nueve, seis y tres años. De tez blanca y un look impecable que cuidaba con trajes sastre de Ermenegildo Zegna, uno de los pocos gestos que demostraban que el dinero nunca fue una preocupación en su vida. Sí los resultados del Celta, al que adoraba, como la buena comida, el whisky, la familia y su tierra natal, Vigo, a la que venía todos los años antes de ser uno de los hombres más poderosos del continente Latinoamericano.