Mariano Rajoy cumplía ayer un mes como presidente del Partido Popular tras recibir el refrendo de la militancia en un congreso polémico, donde José María Aznar hizo patente las diferencias con su sucesor. Treinta días después, el líder del PP escenificó en Sanxenxo el cambio de rumbo que intenta impulsar en la estrategia de oposición y, de este modo, conjugó desde la tribuna el verbo "ayudar" en al menos media docena de ocasiones para dirigirse, eso sí, a un Gobierno, el de Zapatero, que "está petrificado y paralizado" ante la crisis económica.

El líder popular tendió la mano al PSOE, le ofreció sus "alternativas y soluciones" para superar las dificultades, e incluso rogó a Zapatero que "se deje ayudar", pero combinando la disposición de colaboración con "una oposición crítica y dura" a un Ejecutivo que, en su opinión, es el responsable de que las expectativas económicas sean tan malas para España, pues desperdició su primera legislatura, al no acometer las reformas económicas necesarias, y ahora se limita a "declaraciones voluntaristas, pero es incapaz de tomar medidas". "Lo malo no es la crisis económica, lo malo es que el Gobierno no la aborda", se quejó Rajoy, que animó a su rival "a gobernar, a tomar decisiones".

El presidente del PP adelantó que el miércoles acudirá a La Moncloa a su cita con Rodríguez Zapatero con "un plan de choque" en la mano para salir de la crisis (control del gasto público, rebaja de impuestos, reforma laboral pactada, ...) y también con cinco propuestas de pacto en materia de terrorismo, modelo de Estado, política exterior, pensiones y justicia. "Oposición y alternativa" es la nueva máxima del Partido Popular.