Allá por 1982, el recientemente fallecido Leopoldo Calvo Sotelo, en sus últimos meses de Gobierno, proyectó el puente de los Santos para cruzar la ría y evitar así un rodeo de casi 50 kilómetros por Vegadeo. Era una infraestructura reclamada a gritos en la frontera que ahora, algo más de 20 años después (fue

inaugurada en 1987), se amplía dentro de las obras de la autovía del Cantábrico. Ése fue el primer golpe que recibió la ría, según el portavoz de la Plataforma pola Defensa da ría de Ribadeo, Evaristo Lombardero. Cuentan los mayores, que antiguamente los pataches cargados de madera llegaban hasta Vegadeo, al fondo del estuario, hoy algo imposible. El caudal se redujo considerablemente (sólo quedan seis metros, de ahí la necesidad de un dragado integral), y más aún tras el relleno de la escollera. Al empezar las obras en el puente, la Declaración de Impacto Ambiental obligaba a realizarlas sin tocar para nada el agua. Para qué andarse con miramientos: lo primero que se hizo fue una especie de encofrado alrededor de los pilares sumergidos en la ría para poder trabajar sin trabas. La plataforma de Lombardero lo denunció, hubo cartas al ministro, pero el daño ya estaba hecho. Ahora hay tan poco caudal, que los barcos no pueden virar y salen marcha atrás.