El menú de la fiesta estará protagonizado por 70 docenas de huevos, reunidos entre los vecinos, que se freirán junto con patatas y chorizo y se acompañarán con pan de Cea y postres, además de licor y café, todo por diez euros.

El promotor de la idea de la fiesta es José Muleiro que, según explicó a Efe, lleva 30 años pensando organizar un evento en torno a los huevos fritos, "ese plato tan universal que no protagonizó ninguna fiesta gastronómica en Galicia ni en España, que yo sepa, hasta que empezamos la nuestra en 2007", explicó.

Muleiro trabajó como cartero hasta que se jubiló por enfermedad a los 40 años y desde entonces "está empeñado" en salvar del olvido todo lo que la historia dejó en el pueblo de Mosteiro y en sus alrededores, en los doce núcleos que forman la parroquia de Lobás.

El primer paso para "rescatar del olvido" la parroquia, dijo, fue crear la asociación Orden de los Caballeros de Mosteiro en 2007, de la que ya forman parte 40 personas entre vecinos, artistas locales, políticos, representantes del Obispado y de la Guardia Civil "en una mezcla sin precedentes, porque el objetivo lo merece", agregó.

La historia del monasterio fue estudiada por Emilio Duro Peña -archivero de la catedral de Ourense fallecido en 1990- que le dedicó varias páginas en la revista Compostellanum con todos los datos conocidos del convento de Lobás, según dijo a Efe el también historiador Xosé Luis Sobrado.

Duro Peña descubrió que el monasterio benedictino se inauguró en el año 1182 destinado a monjas, cuya primera abadesa fue la noble Sancha Raimúndez y la última en el siglo XV Inés de Benavente, que se resistió a la reforma de la orden benedictina promovida por los Reyes Católicos y suponía la desaparición de los pequeños cenobios como el de Mosterio-Lobás.

Según Sobrado, Inés de Benavente fue obligada junto con las demás monjas a ingresar en el monasterio de San Paio de Antealtares (Santiago de Compostela), pero hay documentación que muestra que se fugó, volvió a Lobás y restauró brevemente la comunidad femenina.

La actividad dentro del monasterio de Lobás terminó en el siglo XIX y tanto sus paredes como las construcciones y muralla del castro "fueron expoliados por vecinos que utilizaron sus piedras para muros domésticos", según narró José Muleiro.

Mientras la Orden de los Caballeros mantiene la memoria de los restos históricos de su pueblo y parroquia, el Ayuntamiento de O Carballiño se comprometió a buscar financiación para un proyecto de rehabilitación que encargó hace 20 días a los arquitectos Alfredo Freixedo y Pedro Diéguez.