Vas a dormir?". Adela Docampo habla con su madre, mientras la recuesta en un sillón especial, anatómico, que compraron hace ya unos meses para hacerle la vida un poco menos incómoda. Como si Rocío Diéguez, de 87 años, fuera a contestar. Ni habla, ni se mueve, no reconoce a sus familiares, a sus vecinos... a nadie. El alzheimer devora sus neuronas. "Cada vez más rápido", reconoce su hija, a la que no le llegan las manos ni las horas del día para cuidarla y cumplir así la promesa que le hizo en su día de que nunca la dejaría en una residencia. "Cuando estaba bien -cuenta, emocionada, Adela-, sólo me pedía eso. Mi conciencia y mi corazón no me permiten cambiar de idea". La Ley de Dependencia llegó a este hogar de Vigo y a miles de gallegos como una oportunidad para conseguir el "respiro" que de vez en cuando necesitan. Que las administraciones vendieron como un derecho. Dos días después de que se abriera el plazo, Adela y su marido pidieron una ayuda. El 11 de marzo de 2007. Solicitud número 91. Con toda la documentación entregada, a la espera sólo de un sello desde hace siete meses para que les paguen, el expediente se contagia de la dura enfermedad que padece la familia, olvidada en un cajón.

En tratamiento psiquiátrico desde la muerte de su marido, Rocío sufrió otro golpe durísimo que aceleró la aparición de la enfermedad, el fallecimiento de su hijo. Ahí aparecieron los primeros síntomas. Se olvidaba de las cosas. De cerrar el butano, de retirar las ollas del fuego. Al principio, su hija Adela lo achacaba a que la mujer no estaba regulando bien la medicación, pero el neurólogo dio el fatídico veredicto: un alzheimer avanzado, que iría a más conforme pasaran los años y que aventura todavía un largo calvario para Adela. "Llegará un momento que deje de comer, ya me lo han dicho los médicos. Le pondrán una sonda y las revisiones ya no tendrán sentido", dice. "Les pregunté si todavía me quedaba pasar por eso".

Frente a la administración atraviesa esta familia su otra odisea. De un lado a otro para conseguir papeles y más papeles. Su demanda para la Ley de Dependencia es un claro ejemplo de que las cosas no van tan rápido como parece. "Es que no lo entiendo", se queja Adela. En la documentación de la solicitud, la fecha del registro, 11 de marzo de 2007, y el número, el 91. Adela ya estaba valorada desde hacía unos meses, con un 87% de grado de minusvalía, con lo que su familia simplemente tuvo que entregar una copia del certificado de la misma Delegación Provincial de Vicepresidencia.

Con todos los papeles en regla, el 28 de noviembre del pasado año, Adela y su marido, Luis, reciben la notificación de que su solicitud tenía reconocido el grado III y nivel 2, de los más altos dentro de la normativa y de los que tienen derecho a las ayudas en la primera fase de su aplicación, con lo que podía elegir entre todos los servicios y prestaciones contemplados en la ley. Desde plaza en un centro, cuidador a domicilio, hasta los fondos económicos por cuidados o para asistencia personal.

¿Objetivo conseguido? Quedaba un trámite más. Que los familiares de Rocío no conocieron hasta dos semanas después. Para "continuar el trámite del expediente de reconocimiento de la situación de dependencia", Adela y Luis tenían que mandar "en el menor plazo de tiempo posible" un nuevo informe de la asistenta social. "Con la valoración hecha, que se supone que es el principal problema, ¿por qué tardan tanto? Fueron pidiendo las cosas a cuenta gotas, sin pensar que hay una persona en esta casa a la que hay que cuidar todo el día", reivindica Luis. "Según ellos -continúa Adela-, con ese último informe hacen una valoración global de todo".

Las explicaciones

Y en eso están ahora. La última vez que acudieron a las oficinas de Vicepresidencia, hace quince días, les dijeron que todo estaba correcto. Como ya les habían dicho hace un mes y hace dos. "¿Entonces?", se preguntan. Los propios trabajadores admiten que "con suerte" se saca un expediente al día; que si tienen que meter los datos en un ordenador, pero que no están preparados; que si en su situación están muchos y hay otros delante, pese a ser una de las primeras solicitudes; que si sólo una treintena de familias están cobrando ya en Vigo y su área... Harto de las explicaciones, Luis se dirigió al delegado de Vicepresidencia. La respuesta le dejó atónito. "Que tardaremos todavía como mínimo, como mínimo, dos meses en cobrar", relata el yerno de Rocío.

"Me hace mucha gracia lo que leí el otro día en FARO de que la Xunta pedía los 40 millones de euros para las ayudas de 2008. ¿Dónde están las de 2007?". Adela está muy enfadada. "¿Alguien de Vicepresidencia sabe lo que es tener una persona dependiente en casa?". Un sello, sólo un sello falta para que les den "lo que nos corresponde".

Adela acaba de darle la merienda a su madre. Luego llegará la cena. Y otra noche con el despertador sonando cada hora para levantarse y mover a su madre en la cama y evitar así que se le formen llagas en la piel. "No tiene ni una", presume. Sonriendo. Le acaricia la cara. "El día que se muera, la echaré mucho de menos. Tendré mucho tiempo para pensar".

"Falta de dotación presupuestaria"

No es la primera vez que Adela y su marido sufren el peregrinaje de los trámites burocráticos. En agosto de 2007, también Vicepresidencia sacó unas ayudas para la "adaptación funcional del hogar" en los domicilios donde hubiera gente dependiente. Un mes de plazo, en pleno verano y con la administración a medio gas. Pero esta familia viguesa pudo conseguir la documentación a tiempo para solicitar una subvención para arreglar el baño. Tiene algo menos de 1,20 metros por 1,20 metros y un plato de ducha en el que Adela se deja la espalda para duchar todos los días a su madre. La coge a pulso. El 25 de enero llegó la resolución. Negativa, no por falta de razón, sino "por falta de dotación presupuestaria". El cuidado de su Rocío le está pasando una gran factura a la salud de su hija, que ya ha tenido que decir dos veces que no a una operación de varices por no dejar sola a su madre, y que se pregunta cómo va a hacer ahora que tiene que pasar obligatoriamente por el quirófano por una intervención ginecológica. Le duele la espalda. Ella también ha tenido que estar a tratamiento psiquiátrico.