A Magdalena le encanta jugar con sus tres perros. Sonríe sin parar. Como cuando un amigo de la familia viene a casa y le cuenta historias de la infancia de su padrastro. Ella no puede hablar. Es una de las consecuencias de su 98% de invalidez por parálisis cerebral. "Ella lo refleja todo en la mirada. Es la alegría de la huerta", cuenta su padrastro, David. Está muy enfadado con las idas y venidas y el papeleo para su solicitud, entre las 5.000 primeras que se presentaron en Galicia. "Me pregunto cómo dicen que la aplicación de la ley va tan bien cuando a nosotros y a mucha otra gente que tenemos personas dependientes que ya estaban valoradas se nos exigía una y otra vez que pasáramos por las dependencias de valoración", cuestiona. "¿Creen que el dinero es para enriquecernos? Pues no es para eso. Es para poder pagar a alguien que nos ayude un fin de semana y que eso nos permita tener un respiro a nosotros". Su madre tuvo una hernia por el peso de la silla. Los familiares de Magdalena saben muy bien el gasto que supone una persona de apoyo. No baja de los 60 euros por hora. Entienden la tarifa, porque es "gente preparada". A lo que se añade todo el coste que una joven con parálisis cerebral tiene en productos de higiene y medicamentos. "Ella es fantástica. A mí me ha dado la vida -afirma, emocionado-. Se fotografía la realidad en su cabeza y siempre sonríe". Y no quieren que eso cambie nunca. "Los familiares necesitamos un respiro de vez en cuando. Porque nuestra calidad de vida es al final la calidad de vida de nuestros dependientes", enfatiza.