El rumor se había ido extendiendo en los últimos días, pero ayer mismo algunas personas todavía recibían la noticia de que habían sido supuestamente estafadas por José Manuel Gonzalez Grandal, a quien en Salvaterra se le sigue conociendo por "Josiño" a pesar de tener 40 años.

Un ritmo de vida glamuroso con mariscadas, coches de lujo, casa en la playa y piso en Vigo, donde reside desde hace tres años, no hicieron desconfiar que el sobrino del alcalde de Salvaterra, Arturo Grandal, pudiera ejecutar timos tras sus gestiones como supuesto vendedor para promotoras e inmobiliarias.

La Guardia Civil investiga ahora su paradero después de que las denuncias presentadas por varios ciudadanos -sólo en Salvaterra hay nueve afectados- sin que se pueda hablar todavía de una cantidad estafada, pese a que en algunos círculos se apunta en varios millones de euros.

Socio de dos inmobiliarias

Tras ser socio de dos inmobiliarias, una en Porriño y otra en Vigo, González Grandal comenzó a conocer el tacto del papel moneda y descubrió que muchas personas se desprenden del dinero para la entrada de pisos de buena fe, apenas sin documentos, siempre que la operación de compra parezca satisfactoria.

Así, "Josiño" ayudado por un supuesto socio, José Carlos Barros Romero "o carpinteiro", logró atraer a sus víctimas ofertando gangas. Inmuebles por debajo de su valor de mercado. Para ello, se quedaba con la señal que en algunos casos superaba varios miles de euros. El alcance del timo llegaría a varias localidades españolas, donde los socios viajaban "a cuerpo de Rey", alquilando coches caros y pernoctando en hoteles de cinco estrellas para impresionar.

En algún caso, González Grandal se presentaba como sobrino del alcalde y íntimo amigo de un director de una entidad de ahorros. Su popularidad crecía día a día. La atracción de Salvaterra de Miño para adquirir una propiedad por la construcción del Puerto Seco sirvió para que los supuestos timadores pudieran hacerse con un sustancioso botín desde hace más de un año.

Defensa vecinal

Pese a las evidencias, todavía ayer en Salvaterra los vecinos defendían al supuesto estafador del que decían que "é imposible que fixera iso". Según algunos, "Josiño"se llevaba bien con todos, participaba en las fiestas, y se le recuerda como un buen jugador de fútbol federado en el Salvaterra en su tiempo y ahora jugador de los veteranos.

Su familia es muy respetada, tanto por parte de la madre -hermana del alcalde- como del padre, un entusiasta de la cultura y dinamizador social, animador de la Fiesta de la Poesía y que ayer estaba totalmente abatido.

Los vecinos afirman que su tío, el alcalde Grandal, llegó a ayudarle de joven pero que su relación se enfrió cuando él se separó de su esposa, también vecina de Salvaterra, y se casó con una inmigrante colombiana. Incluso se dice que el enfado fue tal que el alcalde no llegó a ir a la boda celebrada en el Parador de Baiona.

A pesar de que lleva unos tres años residiendo en la ciudad olívica, González Grandal visitaba regularmente Salvaterra, algunas veces para enseñar pisos o para tomar unos vinos con sus amigos. La confianza con él parecía máxima y de momento no se conocen datos de vecinos directos afectados. Sin embargo, un empresario del Condado asegura que le había entregado 80.000 euros hace quince días para adquirir un bajo comercial a un precio de 800 euros metro cuadrado.

En la villa fronteriza conoció a José Carlos Romero, que hasta hace poco tiempo se dedicaba a montar cocinas pisos. El supuesto plan de estafa habría sido urdido entre los dos. Hoy Romero también se encuentra en paradero desconocido. En la estación de Ferrocarril de Guillarei se le vio subir al tren "o carpinteiro" la semana pasada cargado con numerosas maletas, las últimas compradas a última hora en una tienda de chinos en Portugal.

Pero "Josiño" habría "volado" antes oliéndose que la crisis del ladrillo terminaba con su fructífero negocio. En los últimos meses se desprendió de los coches de lujo, un mercedes y un todo-terreno, y comenzó a utilizar vehículos alquilados.

También cerró una tienda de ropa que regentaba su actual mujer en la Plaza Elíptica, donde trabajaban dos personas, pero todavía tuvo tiempo para recoger los planos y la documentación de una promotora que construye unas torres en la ciudad viguesa, donde no vendió ningún piso.

Las investigaciones de la Guardia Civil tratan de dar con su paradero en algún país de América y previsiblemente será dictada una orden de búsqueda y captura.