De los 246 transplantes realizados en Galicia el pasado 2007, cinco fueron entre vivos. Comparar en este caso es casi absurdo porque ceder un órgano o parte de él no es viable para muchas operaciones ni para todos los órganos. Aún así, desde la Consellería de Sanidad aspira a pasar del actual 5% de tasa de donación entre pacientes vivos a un 10%. Además de reducir listas de espera, estos procesos son mejores, más duraderos.

Claro que detrás de ellos se puede dar un conflicto ético muy, muy importante. Por eso, ésta es la única situación en la que los comités asistenciales de los hospitales gallegos, además de voz, tienen potestad para decidir. "Es una obligación jurídica", apunta Benigno Acea, del Juan Canalejo, el hospital en el que se efectuaron las cinco operaciones de transplantes entre vivos.

Los donantes son evaluados por los miembros del grupo de bioética para responder a una pregunta: por qué. "Lo que intentamos descartar es que esa persona que está dispuesta, por ejemplo, a donar un riñón no lo hace con el objetivo de lograr ningún beneficio ni que eso tampoco le suponga ningún perjuicio", explica Acea.

Los candidatos pasan por entrevistas, por charlas con el comité, para evaluar que esa autorización es "libre" y están "bien informados" de las consecuencias de tener sólo un riñón, aunque se puede sobrevivir perfectamente y en buenas condiciones. "En algunos países del mundo, como todos sabemos, las donaciones de órganos se pagan. Aquí en España no está autorizado". Control exhaustivo, pues, apoyo psicológico incluso, con la posibilidad de que llegado el momento el voluntario se puede negar. El proceso obliga, incluso, a pasar por el jurado para que la persona que vaya a ceder uno de sus órganos deje constancia legal de que lo que está haciendo porque quiere.

Hace sólo unos días se conoció el caso de una madre dispuesta a donar un riñón a su hijo para salvarle la vida en Santiago de Compostela. "Es el perfil típico que nos encontramos en estos tres últimos años en el hospital", explica el responsable del comité de bioética del Juan Canalejo. "Son paradójicamente los más coaccionados -asegura- porque no hay mayor coacción que el amor a un hijo. Darían un riñón o los dos, lo que hiciera falta. Cuando acabas la entrevista te das cuenta que tú harías exactamente lo mismo".