El Gobierno reconoce que la banca necesita al menos 2.000 millones de euros más para terminar de sanearse, los cuales conseguirá sin mayores problemas, como cualquier otra pyme española.

La Bajada del BCE del tipo de interés del dinero de hace un mes hasta el 0,50% ha abaratado el coste financiero de las entidades cuando solicitan dinero a otras entidades.

Se abarata el coste pero esto no lo repercuten en la remuneración de los productos de ahorro, sino todo lo contrario, caen los intereses que pagan por los ahorros.

El Tesoro público español colocó la semana pasada a 6 y 12 meses deuda por importe de 5.040 millones de euros pero a costa de pagar más intereses, lo que significa pagar más a quien la adquiera, parte de la cual termina en manos de los bancos que ganan más.

A esto se le añade a que una gran parte de las entidades financieras cobran comisiones y gastos por servicios que hasta ahora no cobraban.

Resumiendo todo esto, la cosa está clara.

Si una entidad financiera necesita dinero para sanear sus cuentas tiene tres opciones: o lo pide prestado, o lo capta del ahorro de los clientes o se lo ´subvenciona´ el Estado, o sea, nosotros. Las dos primeras opciones le sale a las entidades financieras más baratas que hace medio año y la tercera realmente no le está costando nada. Por otro lado, el grifo del crédito está cerrado salvo para refinanciar deudas a amiguetes, con lo cual el dinero que tienen las entidades financieras sobrante acaba comprando deuda el estado que, casualmente, lleva un mes y medio colocándola pero pagando más intereses. Esto implica que sin correr riesgo como sería el prestar dinero a una pyme, cada día ganan más dinero las entidades financieras.

Abaratamiento de costes de financiación y aumento de beneficios en lo que invierten solo conduce a mayores beneficios y márgenes en su actividad.

Como único punto negro en su actividad indicar que la morosidad sube 4 décimas hasta el 10,80%, una menudencia comparando con lo que incrementan sus márgenes.

¿Qué le pasa al pequeño ahorrador?

El pequeño ahorrador si quiere obtener un determinado nivel de rentabilidad en su ahorro debe de comenzar a asumir cierto nivel de riesgo en lo que deposita su dinero mientras que a las entidades financieras les ocurre justamente lo contrario, no dando crédito e invirtiendo en deuda del estado (en teoría menos riesgo en ambos caso) ganan más.

Mientras que los pequeños ahorradores se alejan de los depósitos tradicionales, las típicas imposiciones a plazo fijo sin riesgo, y deben de contratar productos con riesgo o cuando menos, sin rentabilidad seguras como son los depósitos estructurados, fondos de inversión,€., las entidades financieras aumentan sus inversiones en productos con menos riesgo (deuda país) o sencillamente no prestan, lo que ya de por sí es correr menor riesgo.

Si a esto le añadimos el hecho de que la reestructuración bancaria ha caído en las espaldas de los ciudadanos, o sea, de los pequeños ahorradores, resulta cuando menos curioso que la parte más débil y que no ha dado problemas hasta la fecha salga claramente perjudicada.

El regulador financiero debería de analizar el claro atentado contra la libre competencia de todas las entidades ya que mientras todas incrementan márgenes ni comparten esas ganancias remunerando más a los ahorradores ni abren el grifo del crédito, algo que nunca había ocurrido hasta ahora ya que las guerras entre las entidades eran constante y ahora el respeto es total.

El pequeño ahorrador debe de tomar la iniciativa a la hora de buscar productos en los que depositar sus ahorros y no dejarse aconsejar por las entidades financieras, ya que de forma clara solo persiguen su propio beneficio y no el de maximizar la satisfacción de sus clientes.

Jose Luis del Campo Villares, iAhorro