Desde que se liberalizó en 2009, en España existen tres agentes dentro del mercado eléctrico: generadores, distribuidores y comercializadores. Los primeros venden la electricidad que producen en sus centrales al mercado eléctrico o pool, mientras que los segundos son los encargados de mantener, ampliar y mejorar la red por la que fluye la electricidad que los comercializadores compran para sus clientes.

Dentro de este tercer grupo, se encuentran aquellas que ofrecen el Precio Voluntario para el Pequeño Consumidor (PVPC) -antes denominado Tarifa de Último Recurso (TUR)-, fijado por el Gobierno teniendo en cuenta el coste de producción de la energía. Son los usuarios con una potencia contratada inferior o igual a 10 kW son los que pueden recurrir a estas comercializadoras y sus tarifas ofertadas.

En un mercado así, por lo tanto, los consumidores tienen la opción de elegir la compañía con la que quieren contratar el suministro eléctrico y de esta forma poder buscar la tarifa que más se adecúe a sus necesidades.

¿Precio fijo o indexado?

Para llevar a cabo la elección, hay distintos factores a tener en cuenta, como el precio del kilovatio hora, el ahorro que podemos alcanzar o la transparencia en la factura. Como en cualquier sector liberalizado, cada compañía marca sus precios, que pueden ser fijos o indexados. En el primer caso, el precio que se cobra por la electricidad es el mismo todos los meses, independientemente de cómo se comporte el mercado eléctrico. De esta forma, se puede llevar a cabo una planificación más certera de los costes asociados a la energía. “El cliente sabe en todo momento lo que va a pagar dependiendo del consumo que haga”, explica Inés Campo, responsable de una empresa comercializadora con oficinas en Vigo y O Porriño.

En lo que respecta al precio indexado al pool, está sujeto a los cambios que se producen diariamente y, por ello, se puede conseguir un precio más barato que la tarifa fija si el mercado baja pero también uno más caro si el mercado sube. En este caso no se puede hacer una previsión segura ya que el precio de la energía no queda definido hasta el día anterior.

Optimización de potencia

La potencia contratada es otro de los factores de los que depende el coste final de la factura. En este sentido, una buena empresa comercializadora se preocupa de que sus clientes cuenten con una adecuada a su demanda energética. “Nosotros revisamos las facturas constantemente y si vemos que nuestro cliente está siendo penalizado por demandar más potencia, lo llamamos y le aconsejamos aumentarla. Si, por el contrario, la demanda es inferior -por un descenso de la actividad, en el caso de una empresa, por ejemplo-, recomendamos bajarla”, señala Campo, que hace hincapié, además, en lo importante que es ofrecer al cliente una factura lo más clara posible, donde se especifique lo que se paga de potencia, el consumo, el precio del kilovatio hora o las diferentes lecturas a lo largo del año que dura el contrato. “Nunca renovamos automáticamente los contratos, sino que contactamos con el cliente un mes antes para saber qué es lo que quiere”, apostilla.

Lectura real vs. estimada

Evitar la reiteración de lecturas estimadas por parte de las distribuidoras (que son las encargadas de leer los contadores) es otro de los servicios que debe ofrecer una comercializadora. “La distribuidora -explica Campo- nos envía el fichero para que facturemos a nuestros clientes, pero si no han ido a leer el contador, envía un consumo estimado. Esto se puede permitir un mes, pero al siguiente ha de llegarnos una lectura real que regularice la anterior; esto es, si se ha cobrado de más, ahora se cobra menos y viceversa. Lo que nosotros no podemos permitir son dos lecturas estimadas seguidas, y si esto pasa, abrimos ya una reclamación sin que el cliente tenga que preocuparse”.