Según el Banco Mundial, el planeta necesitará una inversión de 23 billones de dólares para pasar de una economía basada en los combustibles fósiles a una que se abastezca prioritariamente con energías renovables. Esta cuantía supone una inmensa oportunidad para las empresas que apuesten por modelos de negocio que no se basen en el consumo de energías fósiles.

Tras los acuerdos de la cumbre de París parece ya innegable que la economía internacional tendrá que cambiar para dar paso a un modelo de producción y consumo que no comprometa la sostenibilidad del planeta. Un panorama en el que las energías renovables tendrán un papel protagonista, un cambio de paradigma que ya ha comenzado, puesto que en 2016 las energías renovables lideraron el crecimiento energético, con un récord de capacidad renovable instalada en 2016 superior en un 8% al de 2015.

José Manuel Entrecanales, presidente de la multinacional española Acciona, cuyo negocio se basa en la generación de energía exclusivamente renovable y las infraestructuras sostenibles, enfatizaba en su última Junta de Accionistas que las renovables serán la principal fuente de energía en el futuro inmediato: “A pesar de la oposición más o menos encubierta de diversas instancias, públicas y privadas, y a pesar del apoyo injustificado que han recibido los combustibles fósiles durante los últimos años en todo el mundo, —entre 300.000 y 600.000 millones de dólares al año de ayudas directas— esta tendencia continuará en el futuro gracias a la continua mejora de la tecnología, la competitividad de nuestros costes y la confianza y el apoyo de la sociedad y de los inversores”.

Según la Agencia Internacional de la Energía, en los próximos 25 años casi dos tercios de la nueva capacidad energética que se instalará será renovable, atrayendo 7 trillones de dólares de inversión. Se espera que la generación eléctrica mundial renovable se multiplique por 5 y llegue a cubrir más del 30% de la demanda, frente al 9% actual.

Un ejemplo de la tendencia a la descarbonización de la economía es la propia Acciona, que en 2016 recibió el 72% del Ebitda y el 42% de sus ventas globales de negocios incluidos en lo que el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) define como Economía Verde. Sólo en el último año, Acciona ha evitado con su actividad en producción de energías renovables que se generen 14,8 millones de toneladas de CO2. Y esta misma idea de sostenibilidad ambiental la traslada a la gestión del agua, en la que ha logrado disminuir el consumo un 7% y tener una huella hídrica positiva de 510 hm3.

Además, recientemente la multinacional española ha anunciado que ya es “100% neutra en carbono”, lo que la convierte en la primera empresa del sector de las infraestructuras así como del energético en lograrlo.

Para ello, la compañía ha reducido al mínimo las emisiones de CO2 asociadas a sus operaciones (más del 42% en los últimos cinco años) y aquellas que son inevitables se han compensado a través de la adquisición de certificados de CO2.

Joaquín Mollinedo, director general de Relaciones Institucionales, Sostenibilidad y Marca de Acciona, habla de la relevancia social de este logro: “Ser neutros en carbono es un hito para Acciona, que se convierte en la primera empresa constructora y energética del mundo en lograrlo, pero supone, fundamentalmente, demostrar al tejido empresarial y social que es posible apostar por otro modelo de desarrollo que no comprometa la sostenibilidad del planeta y que al tiempo sea económicamente rentable”.

Asignar un coste al CO2

Otro de los aspectos básicos para la decarbonización de la economía es la importancia de fijar un precio disuasorio para el carbono que incentive a las empresas a reducir sus emisiones de gases contaminantes. José Manuel Entrecanales lo explicaba así ante sus accionistas “para el verdadero desarrollo de todas estas nuevas tendencias y su implantación masiva en los plazos que exige el reto climático, es imprescindible la implementación de políticas de asignación de un precio a las emisiones de CO2 o carbon Pricing”.

Un requisito indispensable para cumplir los acuerdos fijados en el Tratado de París, ya que, sólo asignando un coste al CO2, o lo que es lo mismo, que pague quien contamine.

La implementación —al calor de los acuerdos de París— de una regulación que favorezca la transición a una economía descarbonizada, la fijación de precios justos para las emisiones de CO2, la presión social y la concienciación empresarial abren un panorama de cambios que dará lugar a un nuevo paradigma económico basado en las energías limpias, la economía circular y la sostenibilidad económica y ambiental.