El primer combustible utilizado por el ser humano, la biomasa, ha vuelto a convertirse en los últimos años en una de las soluciones más ecológicas, eficientes y económicas para calefactar viviendas y locales, debido al desarrollo de una tecnología fiable y con costes competitivos que la convierten en una fuerte competidora del gas natural y los combustibles fósiles.

Los pellets, las astillas, los huesos de aceitunas y las cáscaras de frutos secos son algunos de los biocombustibles sólidos que se pueden emplear en sistemas de climatización, contribuyendo al mismo tiempo a la conservación del medioambiente, ya que sus emisiones son inferiores a las de los derivados del petróleo por su bajo contenido en azufre, nitrógeno y cloro.

Su mayor ventaja, en este sentido, es el balance neutro de dióxido de carbono, ya que cierran el ciclo de carbono que comenzaron las plantas en su crecimiento. Por tanto, se puede afirmar que estas emisiones no son contaminantes porque su composición es básicamente parte del CO2 captado por la planta origen de la biomasa y vapor de agua. Así, se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero ya que el dióxido de carbono que se emite es el mismo que expulsarían las plantas si se dejasen degradar.

Por otra parte, un porcentaje de la biomasa empleada se obtiene de materiales que es necesario eliminar (residuos procedentes de podas y limpieza de bosques, rastrojos y podas agrícolas, etc). Al ser reutilizados, se disminuye el riesgo de incendios y plagas y, sobre todo, se convierten en un recurso valioso.

Calderas y estufas

Las calderas de biomasa tienen una larga vida útil y presentan un alto rendimiento energético, de entre el 85 y el 92%. Asimismo, este tipo de instalaciones generan un ahorro en cuanto a consumo de energía superior al 10% respecto al uso de combustibles fósiles, pudiendo alcanzar niveles mayores en función del tipo de biomasa o el combustible fósil sustituido.

Además de las instalaciones de calderas, el mercado ofrece una gran oferta de estufas de combustión de pellets, cuyo rendimiento varía de los 10 kw, para caldear una sola estancia, hasta los 20 kw, apropiadas para superficies de más de 200 metros cuadrados, e incluso de 27 kw de potencia, que se pueden conectar a la red de agua caliente con versiones idóneas para salas de calderas.

Existen diseños que reconocen la naturaleza del combustible, de forma que si se cambia de suministrador de pellets el sistema ajusta los parámetros de combustión según características como el porcentaje de polvo o la dimensión de los cilindros.

Una de las principales ventajas de estas estufas es una mínima emisión de humos y olores, ya que la combustión produce un dióxido de carbono neutro, es decir, no contaminante. En este sentido, están diseñadas para que la salida de gases sea reducida (8 milímetros), por lo que no necesitan chimenea.