A partir de la década de los 70, la biomasa como combustible tradicional comenzó a ser sustituida progresivamente por combustibles fósiles, debido a la comodidad que ofrecían éstos en el transporte, manejo, almacenamiento y operación de las calderas. Sin embargo, en la actualidad existe tecnología fiable y con costes competitivos que pueden hacer de la biomasa un fuerte competidor del gas natural y los derivados del petróleo. Los pellets, las astillas, los huesos de aceitunas y las cáscaras de frutos secos son algunos de los biocombustibles sólidos que se pueden emplear en sistemas de climatización.

El Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE) señala que su utilización contribuye a la conservación del medioambiente, ya que sus emisiones son inferiores a las de los combustibles fósiles por su bajo contenido en azufre, nitrógeno y cloro. En este sentido, su mayor ventaja es el balance neutro de dióxido de carbono, ya que cierran el ciclo de carbono que comenzaron las plantas en su crecimiento. Por tanto, se puede afirmar que estas emisiones no son contaminantes porque su composición es básicamente parte del CO2 captado por la planta origen de la biomasa y vapor de agua. Así, se reducen las emisiones de gases de efecto invernadero ya que el dióxido de carbono que se emite es el mismo que expulsarían las plantas si se dejasen degradar. Por otra parte, un porcentaje de la biomasa empleada se obtiene de materiales que es necesario eliminar (residuos procedentes de podas y limpieza de bosques, rastrojos y podas agrícolas, etc). Al ser reutilizados se disminuye el riesgo de incendios y plagas y, sobre todo, se convierten en un recurso valioso.

Ventajas técnicas

Aparte de estos beneficios medioambientales, los sistemas de climatización alimentados con biomasa presentan una serie de ventajas técnicas con respecto a otros métodos: no generan olores como el gasóleo, no son susceptibles de escapes peligrosos como el gas y, hoy en día, su uso y mantenimiento es sencillo ya que incorporan sistemas de control electrónico para su manejo.

Por otra parte, la limpieza del equipo es automática, y la única operación que debe realizar el usuario es la retirada de cenizas, que son, además, un excelente fertilizante. En cuanto a las calderas, tienen una larga vida útil y presentan un alto rendimiento energético, de entre el 85 y el 92%. Asimismo, este tipo de instalaciones generan un ahorro en cuanto a consumo de energía superior al 10% respecto al uso de combustibles fósiles, pudiendo alcanzar niveles mayores en función del tipo de biomasa o el combustible fósil sustituido.

En cuanto al coste, es un 40% más bajo que el gasóleo, porcentaje que tiende a aumentar ya que la construcción de más plantas de biomasa reduce los gastos en transporte, compensando el aumento de precios de materia prima.

Estufas de pellets, la solución para pisos o estancias individuales calefacción

Además de las instalaciones de calderas, el mercado ofrece una gran oferta de estufas de combustión de pellets, cuyo rendimiento varía de los 10 kw, para caldear una sola estancia, hasta los 20 kw, apropiadas para superficies de más de 200 metros cuadrados, e incluso de 27 kw de potencia, que se pueden conectar a la red de agua caliente con versiones idóneas para salas de calderas.

Existen diseños que reconocen la naturaleza del combustible, de forma que si se cambia de suministrador de pellets el sistema ajusta los parámetros de combustión según características como el porcentaje de polvo o la dimensión de los cilindros.

Una de las principales ventajas de estas estufas es una mínima emisión de humos y olores, ya que la combustión produce un dióxido de carbono neutro, es decir, no contaminante. En este sentido, están diseñadas para que la salida de gases sea reducida (8 milímetros), por lo que no necesitan chimenea.