Joaquim Torra prometió ayer como presidente de la Generalitat en un acto de trámite que duró menos de tres minutos. Sin discursos, sin apenas invitados -sólo algunos familiares directos- y en ausencia de cualquier representante del Gobierno, Torra tomó posesión del cargo obviando toda referencia a la Constitución, el Estatut y el Rey.

Usó la misma fórmula que Carles Puigdemont en enero de 2016 -en la que no vio en su día ningún "ilícito penal" el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña-, pero en una ceremonia a la que quiso restar todo el peso institucional posible, en línea con el mandato "provisional" que él mismo ha dicho que ostenta, y a la que el Ejecutivo de Mariano Rajoy no quiso prestarse.

Con un lazo amarillo prendido en la solapa, la "senyera" por toda bandera y flanqueado por el presidente del Parlament, Roger Torrent -que no intervino ni para introducir la fórmula-, Torra leyó: "Prometo cumplir lealmente las obligaciones del cargo de presidente de la Generalitat, con fidelidad al pueblo de Cataluña, representado por el Parlament".

Pero no acabó ahí el simbolismo de un acto que, como Torra había anunciado, se diseñó para señalar la "excepcionalidad" del momento que vive Cataluña. El investido evitó colgarse el medallón que distingue a los presidentes catalanes, que quedó encima de la mesa que preside el Saló Verge de Montserrat, de dimensiones más reducidas que el Saló Sant Jordi donde anteriormente se habían celebrado estos actos.

El Ejecutivo, que no envió a ningún representante, no se privó de acusar a Torra y a su equipo de haber intentado "imponer el nivel de la delegación gubernamental". Según el Gobierno, "el modelo de acto organizado por la Generalitat degrada la propia dignidad de la institución".

Torra "aceptaba una presencia del Estado de perfil secundario, de acuerdo con el perfil sobrio del acto y para evidenciar la no normalidad del momento político", pero el Gobierno "no estuvo de acuerdo con este perfil", según fuentes de la Generalitat.

El acto tampoco gustó a Esquerra Republicana (ERC), socio en el futuro Govern; y no sólo por su brevedad y austeridad, sino porque les pareció "poco transparente" y puede dar a entender que la presidencia de Torra será poco efectiva y dependerá para todo de Puigdemont.

Terció el portavoz de la CUP en el Parlament, Carles Riera, quien rechazó la ceremonia de toma de posesión porque "acata" el marco legal español.

Torra tenía previsto visitar hoy a los dirigentes soberanistas presos, pero problemas "logísticos" llevaron a Interior a posponerla para el lunes. El nuevo president quiere que los exconsejeros encarcelados o fugados acepten repetir en su gabinete, pero hasta ahora no ha conseguido que ninguno acceda. Los fugados a Bélgica porque, ya sin medidas cautelares, deberían regresar a España a tomar posesión y serían encarcelados. Los presos, porque temen que perjudicaría aún más su situación procesal.