El entorno más cercano de Imanol Castillo Sánchez no da crédito a lo sucedido ni se explica qué pudo pasar por su cabeza para cometer un crimen tan despreciable, delante de su hijo de tres años y en las inmediaciones de un colegio ante decenas de alumnos de corta edad que salían del centro.

Ese joven al que sus amigos describen como «simpático y correcto», obsesionado por los músculos, amante de los coches, aficionado al fútbol sala, buen padre y asiduo de los gimnasios, tenía una cara oculta que muy pocos conocían. Ni siquiera algunos de sus más íntimos amigos sabían de la relación tormentosa que mantenía con su segunda pareja, con «Yessi» como la llamaba. Su vida sentimental con la madre de su pequeño -tenía otra hija de 9 años con una mujer de la que estaba separado- se asemejaba a una «montaña rusa».

Durante los seis años las discusiones subidas de tono eran tan frecuentes como las rupturas y reconciliaciones. Pero en los dos últimos la convivencia se hizo «tóxica» y la violencia se agudizó mucho más desde que ella rompió definitivamente y él se quedó sin trabajo en la fábrica de calzado. A partir de ese momento los conflictos sobre al régimen de visitas del pequeño fueron constantes hasta el desenlace que ha dejado en shock a su familia y amigos.