Jordi Sánchez y Jordi Cuixart comparten algo más que el nombre. Los "Jordis" tienen un propósito político común: son, desde hace dos años, las cabezas visibles de las manifestaciones independentistas catalanas. Presiden dos asociaciones que comparten objetivos similares: mover la calle en favor de la independencia. Las "diadas" del once de septiembre son el día grande de sus agrupaciones ciudadanas (la Asamblea Nacional de Cataluña, ANC, de Sánchez y Òmnium Cultural de Cuixart), el momento en el que enseñan músculo. Y mostrar bíceps es clave para amplificar la imagen exterior que proyecta el "procés". Estas últimas semanas se han tenido que esforzar el doble en su tarea de arropar en las calles al Govern.

Tan similar es su papel que ambos ingresaron en prisión al mismo tiempo por orden de la jueza de la Audiencia Nacional, Carmen Lamela, debido a su participación en las masivas concentraciones del 20 y 21 de septiembre en Barcelona, unos días antes del referéndum. Los "Jordis" eran el cerebro. Agitar, congregar y organizar a las huestes independentistas es su misión. Siempre sin violencia. De hecho, ayer mismo, desde su celda, Sánchez llamó a la ciudadanía catalana a salir a las calles, pero sin causar destrozos ni disturbios. Huyendo de la imagen "abertzale". Es decir, que desde el calabozo tampoco perdió el tiempo y siguió haciendo lo mismo que hace fuera. Organizar a sus correligionarios.

Pese a la colección de similitudes, esta bicefalia del movimiento social independentista tiene orígenes bastante diferentes. Jordi Sánchez (Barcelona, 1964), el presidente de la Asamblea Nacional de Cataluña (ANC), cuenta un marcado perfil político. Es licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Autónoma de Barcelona, profesor de esa titulación en la Universidad de Barcelona y miembro de Iniciativa per Catalanya. Últimamente se ha convertido en uno de los consejeros y aliados del presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont.

Su llegada a la ANC, sustituyendo a la actual presidenta del Parlament, Carme Forcadell, fue polémica. En un cónclave electoral organizado por la asociación en el Castillo de Cardona -una localidad famosa por sus minas de sal y muy próxima a Barcelona- la candidatura que triunfó entre los militantes de base fue la de la escritora Liz Castro, que renunció finalmente después de denunciar "presiones" para que se hiciera a un lado. En el discurso de toma de posesión al frente de la ANC, que tiene 80.000 socios, dejó bien claros sus objetivos. "Conquistar la libertad y la plena soberanía y construir un Estado propio",dijo.

Entre sus hitos a la hora de mover a la tropa independentista está haber promovido el boicot al Rey en la manifestación posterior a los atentados terroristas del 17 de agosto. Presumió de haber infiltrado a sus voluntarios al frente de la marcha.

Diferente es la historia de Jordi Cuixart, presidente de Òmnimun Cultura, de la que forman parte personajes tan conocidos como el entrador de fútbol Pep Guardiola y sus tres hijos. El objetivo primigenio de la asociación, que nació en pleno franquismo, era defender la lengua y cultura catalanas. Aunque sus intereses han ido virando hacia la carrera independentista. Hijo de una "charnega", de origen murciano para más señas, y de un badalonés, Cuixart regenta una empresa, de nombre Aranow, que se dedica a fabricar máquinas para embalajes y sobres. Pero es conocido públicamente por ser otro agitador social. No llegó a acabar BUP y fue insumiso del Ejército cuando le tocó hacer la mili.

Cuixart es un firme defensor del sector industrial y él mismo se define como un "empresario de izquierdas". Minutos antes de entrar en prisión divulgó un vídeo en el que pedía a sus seguidores "serenidad". Y que remataba asegurando que "si hace falta, volveremos a la clandestinidad".