"¡No tengo miedo!". Con ese grito en catalán (¡Non tinc por!) 100.000 personas, con el Rey y los representantes institucionales a la cabeza, respondieron ayer a los ataques terroristas que entre la tarde del jueves y la madrugada del viernes dejaron en Barcelona y Cambrils catorce muertos y 126 heridos, diecisiete de ellos en estado crítico, en su mayoría turistas. El escenario de la repulsa fue la plaza de Cataluña, a escasos metros de las Ramblas, donde la irrupción de una furgoneta que atropelló a los viandantes que ocupaban su paseo central sirvió para visibilizar un entramado terrorista de mucho mayor alcance.

El de las Ramblas fue un ataque "a la desesperada", según el relato del jefe de los mossos, Josep Lluís Trapero. La víspera, en Alcanar, una localidad tarraconense a 200 kilómetros de Barcelona, saltó por los aires un chalé. Ambos hechos parecían desconectados hasta que la investigación policial los relacionó a través de la documentación localizada en la furgoneta que sirvió para dejar trece cadáveres sobre el pavimento del corazón de Barcelona. Lo que en principio parecía una explosión de gas, atribuible al elevado número de bombonas que se acumulaban en el inmueble, resultó ser la base operativa de una célula yihadista integrada por una docena de jóvenes, con edades entre los 17 y los 30 años. La práctica totalidad de ellos se encuentran ya muertos o detenidos. Los dos primeros perecieron a consecuencia de la deflagración del lugar de los preparativos, mientras que un tercero, herido grave, figura entre los detenidos. En el chalé se encontraron además restos de los explosivos habituales en las acciones de los radicales islámicos.

La explosión de Alcanar frustró, según los investigadores, una operación "de mayor alcance en Barcelona", consistente en detonar al menos una furgoneta cargada de bombonas. Como alternativa, los yihadistas optaron por métodos más elementales, siguiendo la pauta con la que el terrorismo islamista ya sembró el horror en otras grandes capitales europeas. Optaron entonces por el atropello masivo de las Ramblas. Al volante de la furgoneta iría Moussa Oukabir, de 17 años, quien, tras recorrer más de medio kilómetro del paseo arrollando a su paso a todos los viandantes que consiguió alcanzar, abandonó el vehículo para huir a pie.

La pista Oukabir reaparece en Cambrils. Allí, de madrugada, más de ochos horas después de que se desencadenase el ataque de Barcelona, la policía abatió a cinco terroristas que intentaron saltar un control policial tras atropellar a varios viandantes. Viajaban en una furgoneta alquilada, al igual que la de Barcelona, que volcó a consecuencia de los disparos de los agentes. Los ocupantes salieron del vehículo armados con cuchillos y cubiertos con lo que parecían cinturones explosivos, que resultaron ser falsos. Un solo mosso acabó con la vida de cuatro de los atacantes y un quinto resultó muerto cuando hacía frente a los policías.

En Cambrils quedó la decimocuarta víctimas de los atentados, una mujer que paseaba junto a su familia.

Como balance de una jornada marcada por la confusión, que se despejó a medida que avanzaban las investigaciones, la policía catalana dejaba a última hora un balance de cinco terroristas abatidos en Cambrils, cuatro detenidos y tres identificados. De estos últimos, dos podrían ser los que perecieron en la explosión de Alcanar, lo que reduciría a uno solo los miembros de la célula yihadista asentada en Ripoll que todavía está en busca y captura.