Pocas cosas que puedan suceder en el PSOE le suenan nuevas al flamante portavoz interino de los socialistas en el Congreso, designación que tiene la relevancia de ser la primera del héroe socialista Pedro Sánchez. Por si quedaban dudas, José Luis Ábalos Meco (Torrent, 1959) es su hombre de confianza, su mano derecha. Su escudero más leal. Aquel que en los tiempos depresivos, tras el espectacular derrocamiento del secretario general y el abandono de filas de los más cercanos colaboradores se mantuvo inmóvil a su lado para empujarle después a dar un paso al frente y presentar batalla. O era él o sería otro, pero el caldo de cultivo permanecía entre la militancia, no se había apagado, y él era el ideal para capitalizarlo. Algo así le dijo y él hizo caso. Ya sabemos qué pasó después.

A Ábalos no le caía de nuevas lo sucedido a Sánchez porque él lo vivió en su propia piel a escala valenciana. En 2000 él fue ungido por Ferraz (personalizado entonces en José Luis Rodríguez Zapatero) para ser el nuevo secretario general de los socialistas valencianos. Le salió un competidor que, visto desde el año 2017, vendría a representar algo así como el espíritu Pedro Sánchez. Se llamaba Joan Ignasi Pla y era un dirigente que había ganado la Secretaría General y al que los poderes fácticos del partido habían obligado a dimitir. Entonces no se estilaban aún las primarias, pero Pla, el candidato alternativo y a contracorriente, ganó en el congreso de Alicante a Ábalos, el aspirante oficialista, por nueve votos. Fue su peor día en el partido.

Pero sobrevivió. Como siempre. Porque Ábalos es una figura inamovible en el PSPV-PSOE desde los años 80 del siglo pasado, su periodo de formación. Con sus detractores (acérrimos), que han dado pábulo a la leyenda (negra o no) de político de verbo atractivo y escasa capacidad de gestión, y su grupo de incondicionales. Este pequeño ejército le concedió una cuota de poder que él tuvo el olfato (o la sabiduría) de colocar en el sitio correcto.

Ábalos es sanchista antes de que Pedro Sánchez fuera el nuevo rostro guapo del socialismo español en 2014. Se conocieron en la bancada del PSOE en el Congreso (el valenciano llegó a la Carrera de San Jerónimo en 2009) y formaron un grupo de amigos en el que el candidato se apoyó cuando se lanzó a la carretera para intentar alcanzar, como hizo, la secretaría general del partido. El casi desconocido en aquel momento aspirante se alojaba en casa de Ábalos cuando le tocaba conquistar las comarcas mediterráneas.

Queda dicho que la lealtad es el primer valor del nuevo portavoz parlamentario que destacan sus colaboradores. Incluso sus contrincantes en el socialismo valenciano admiten su condición de negociador eficaz y cumplidor de acuerdos. Ese criterio de lealtad es el que ha aplicado en los últimos meses con el amigo Pedro Sánchez. Aunque tampoco conviene dejarse llevar por lecturas en exceso naïf y bien intencionadas. Ábalos y los suyos (al menos hasta el último fin de semana) están en una situación de inferioridad dentro del socialismo valenciano.

El portavoz parlamentario de los socialistas es profesor de Pimaria pero lleva en política desde adolescente. Su recorrido es el de muchos socialistas de la Transición. Se afilió a las Juventudes Comunistas en 1976 (tenía 16 años) y al PCE dos años después. Pidió la baja en 1981 para pasar al PSOE de Felipe González, que era ya la marca de la nueva izquierda española. En 1983 ocupó su primer cargo público como jefe de la secretaría del delegado del Gobierno en la Comunitat Valenciana. Fue luego jefe del gabinete del conseller de Trabajo, al tiempo que pasaba a gobernar su agrupación socialista en la ciudad (València Nord), desde la que afianzó su poder en la capital. Al ayuntamiento llegó como asesor en 1992, cuando el PSOE ya había perdido la alcaldía a manos de Rita Barberá. Entre los logros de su carrera tiene haber podido mejorar en dos ocasiones (1999 y 2003) los resultados del partido como secretario general en Valencia.

Todo es ya pasado. De no renovar la portavocía actual, puede que Ábalos ocupe un puesto destacado en la futura ejecutiva del nuevo PSOE de Sánchez. Cuestión de lealtad de ida y vuelta.